Foulcault
tan pronto como era proferida— o bien era descifrada como una razón
ingenua o astuta, una razón más razonable quela de las gentes razonables.
De todas formas, excluida o secretamente investida por la razón,
en un sentido estricto, no existía. A través de sus palabras era cómo se
reconocía lalocura del loco; ellas eran el lugar en que se ejercía la
separación, pero nunca eran recogidas o escuchadas. Nunca, antes de
finales del siglo XVIII, se le había ocurrido a un médico laidea de
querer saber lo que decía (cómo se decía, por qué se decía) en estas
[14] palabras que, sin embargo originaban la diferencia. Todo ese
inmenso discurso del loco regresaba alruido; y no se le concedía la
palabra más que simbólicamente, en el teatro en que se le exponía,
desarmado y reconciliado, puesto que en él jugaba el papel de verdad
enmascarada. Se mepuede objetar que todo esto actualmente ya está
acabado o está acabándose; que la palabra del loco ya no está del otro
lado de la línea de separación; que ya no es considerada como algonulo y sin valor; que más bien al contrario, nos pone en disposición
vigilante; que buscamos en ellas un sentido, o el esbozo o las ruinas de
una obra; y que hemos llegado a sorprender,esta palabra del loco,
incluso en lo que nosotros mismos articulamos, en ese minúsculo
desgarrón por donde se nos escapa lo que decimos. Pero tantas consideraciones
no prueban que laantigua separación ya no actúe; basta
con pensar en todo el armazón de saber, a través del cual desciframos
esta palabra; basta con pensar en toda la red de instituciones que
permite alque sea —médico, psicoanalista— escuchar esa palabra y
que permite al mismo tiempo al paciente manifestar, o retener desesperadamente,
sus pobres palabras; basta con pensar en todo esto
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