imperio romano
1Este libro no es una historia del Imperio romano ni del «Imperio greco-romano», ni de las provincias, ni de la administración romana ni del arte romano. Es, por el contrario, una serie de reflexiones sobre diversos temas, una serie de membra disiecta que se pueden leer independientemente. El libro abarca los temas más dispares encapítulos de desigual extensión: se tratan el fin del arte greco-romano, «las grandes invasiones y el saqueo de Roma de 410», los retratos de Palmira, la existencia o no de una clase media en el mundo romano, la actitud de paganos y cristianos ante los juegos gladiatorios, la identidad griega en contra y a favor de Roma, qué era un Emperador romano, el concepto de propaganda en Roma, elsignificado del culto, la piedad y la moral en el paganismo greco-romano, etc. Esta disparidad de argumentos impide hallar en el libro una estructura coherente. El libro es ante todo historia de las mentalidades en la línea de otros de su autor. P. Veyne, Profesor del Collège de France, es un autor prolífico que ha escrito sobre innumerables temas relacionados con el mundo romano y no es sólo historiadorde la Antigüedad, sino un amplio conocedor de la historia del arte de todas las épocas, y de la historia en toda su amplitud. P. Veyne es un torrente de erudición, de referencias bibliográficas, de dominio de la documentación greco-romana desde el siglo v a. C. hasta el v d. C., además de un gran conocimiento de la literatura europea, de la filosofía, de escritos referidos a otras sociedades. P.Veyne se sale de la Antigüedad para comprenderla mejor, como recomendaba Braudel. El resultado es un estilo lleno de palabras, de preguntas, una auténtica marea de párrafos y reflexiones que, a veces, resultan indigestas y excesivas. «Lo bueno, si breve, dos veces bueno», decía Baltasar Gracián y, modestamente, el que firma estas líneas prefiere la brevedad y la claridad. Por otro lado, no renunciael autor a repartir aquí y allá elogios personales, a relatar experiencias vividas. Una de estas ocasiones resulta conmovedora como cuando nos cuenta cómo le impresionó el final del film «Encuentros en la Tercera Fase» (p. 430). A veces este estilo íntimo, personal, de familiaridad, resulta chocante, sino de una pedantería irritante como cuando al principio de algunos capítulos el autor da lasgracias a algunos colegas en inglés utilizando «errors are mine» (p. 379 y 419). El texto esta lleno de anglicismos, italianismos, germanismos, a veces necesarios, pero en otras superfluos.
2P. Veyne domina la Historia y (menos) la arqueología y por ello incorpora las conclusiones de la historiografía a sus análisis. Así, el deseo de la novedad de sus interpretaciones no es más que lareelaboración de los resultados obtenidos por la bibliografía que maneja.
3Este afán novedoso empieza por el título del libro. El autor lo ha querido llamar «El imperio greco-romano» porque «el Imperio que llamamos romano fue un imperio bilingḥe» y a ello añade que «Roma fue un pueblo que tuvo por cultura la de otro pueblo, es decir la Hélade» (p. 11). Define el imperio romano como un imperio en el que «lacultura era griega y el poder romano» (p. 11 y cf. G. Dagron, L’Empire romain d’Orient au ive siècle et les traditions politiques de l’hellénisme: le témoignage de Thémistios, París, 1968, pp. 74, 82 y 202). Esto no es exacto. El Imperio romano fue dominante como fuerza jurídica, administrativa, militar e ideológica sobre las diversas provincias que lo integraban, incluida la griega. Y no fue unimperio bilingḥe. En el Imperio se hablaban muchas lenguas (el arameo, el siríaco, el púnico, el céltico, el nabateo, etc., véase Corpus Iuris Civilis, Digesta, Proemius.32.11.1: fideicomissa quocunque sermone relinqui possunt, non solum latina vel Graeca, sed etiam Punica, vel Gallicana vel alterius cuiuscumque gentis). La cultura, efectivamente, pertenecía a las élites. Los habitantes de las...
Regístrate para leer el documento completo.