La Mirada
“Ella estaba furiosa cuando vino a verme. La vida la había tratado mal según ella, y estaba llena de enfado, de odio, de resentimiento, de rencor. Hablaba con aliento entrecortado, convoz amarga, con muecas violentas. Cada palabra era una denuncia y cada gesto, una protesta. Había comenzado a hablar con cierta mesura, como tratando de contener un aluvión de sentimientos que se levenía encima, pero al ir hablando se le soltaron los controles, se le desbocó el lenguaje, se le excitaron hasta las manos y el rostro, y todo su hablar era un quejido lastimoso que rasgaba el aire.No había otra cosa que hacer sino escuchar en amistad y en silencio.
Miré su rostro y me hirieron sus facciones. Eran angulosas, violentas, desproporcionadas. Creaban una impresión desagradable defealdad agresiva, como si el telón del rostro respondiera a la dureza de la representación. Resulta penoso ver a una mujer fea. Ella lo era en aquel momento. Seguí escuchando. Guardé silencio con ellaen respeto a sus sentimientos. Dije algo muy suavemente cuando me pareció que ella esperaba que yo dijera algo. Nada de soluciones o explicaciones, o consuelos, sino el sentir paralelo de un almacercana en la hermandad del dolor. Poner calma en el ambiente que el sufrimiento había enturbiado.
Fue un largo rato. La tensión que reinaba en la habitación se fue aflojando. Cuando ella volvió ahablar, su voz era tranquila y borraba los ecos violentos que aún resonaban. Afloró una sonrisa. Ella se levantó para despedirse. Yo la miré a la cara. Y vi el rostro de una mujer hermosa.” (CarlosVallés S.J. ; “Ojos cerrados, ojos abiertos”, página 61)
La tarde del miércoles 21 de marzo tuve la enorme alegría de participar en una charla dictada por el profesor de la Universidad delDesarrollo, señor Armando Roa, titulada “El hombre ante lo sagrado”. Luego de impregnarnos de términos tan elevados como profundos, pude darme cuenta que el diálogo posterior – que casi me pareció una...
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