Ulrich 3
Por: Jorge Mario Sánchez
Literatura y filosofía
Maestría en Literatura Universidad Javeriana
Mayo 30 de 2007
Ulrich le dice a su hermana Agathe: “Tú ves un coche y, en cierto modo, percibes también vagamente la frase ‘veo un coche’. Amas o estás triste, y ves que eres tú quien está entales situaciones. Pero en un sentido total y absoluto, ni el coche, ni tu tristeza o tu amor, ni tú mismo, estáis plenamente presentes. Nada está totalmente presente como lo estuvo una vez, en la infancia. Todo lo que tocas queda petrificado hasta lo más hondo de ti mismo, tan pronto como has conseguido llegar a poseer una ‘personalidad’, y lo único que queda –envuelto en una manera de ser cadavez más externa– es un hilo fantasmal y nebuloso de autoconsciencia y de oscuro amor propio”1. Estas palabras evocan la inevitable escisión entre el individuo y el mundo que lo rodea. Para todos los seres humanos, durante la primera infancia “las fronteras entre el yo y el mundo exterior no están determinadas”2: somos uno con el mundo, todo a nuestro alrededor hace parte de nosotros y no hemoselaborado aún nuestro yo, nuestra personalidad. Pero esta fusión se pierde cuando el individuo crece y entra en lo que Freud denomina “principio de realidad”, cuando le es necesario enfrentar la vida y triunfar sobre ella. Y sin embargo, la nostalgia de esta unión (que en realidad nunca existió) impulsa al ser humano a regresar a ella y lo hace sentir el desasosiego del distanciamiento, lo hace versiempre frente a él un abismo que lo separa de los otros y de sí mismo. “Siempre te verás desde fuera, como un objeto (…). Con la observación, conseguirás a lo sumo ir detrás de ti misma, pero nunca meterte en ti misma. Siempre estás fuera de ti, hagas lo que hagas, y precisamente los únicos momentos que constituyen una excepción a este estado son aquellos en los que te dirían que estás ‘fuera deti’”3.
El anhelo de amar y ser amado es, para el hombre y la mujer, un reflejo de este deseo de compenetración con el mundo, con las cosas. Visualizamos la unión completa con la persona que amamos como la entrada al paraíso, a aquel estado de inocencia en que somos uno con la Creación. Ulrich, en sus conversaciones con Agathe, llama a esta experiencia “el Reino milenario”, y la entiende como el momentoen que las vivencias se hacen auténticas, “sin la provisionalidad permanente que poseen cuando el hombre se mantiene superior a las experiencias que vive”4. En este estado, la escisión que existe entre las palabras y las cosas se desvanece y “se rasga en nosotros algún tejido habitual (…). Lo que queda en la superficie de la imagen, más bien podría recibir el nombre de una oleada de sensaciones quesube y baja, o que respira y resplandece, como si llenara sin contornos todo el campo visual (…). Yo diría que todos los detalles no poseen ya su egoísmo, un egoísmo del que se servían para reclamar nuestra atención, sino que se han entrelazado fraternalmente y, en sentido literal, ‘íntimamente’. Y, como es lógico, no existe ya una ‘superficie de la imagen’, sino que, de algún modo, todas lascosas se han metido, sin límites, en ti”5.
Esta experiencia de la que habla Ulrich es, por supuesto, una experiencia mística que se encuentra más allá de los límites de la razón y que no puede ser abarcada por ésta, ya que el hecho de restringirla por medio de conceptos la aniquila instantáneamente. Es una experiencia religiosa en un sentido poco convencional, y para entenderlo debemos hacer ladistinción de la que habla Aldous Huxley en uno de sus ensayos:
Hay dos tipos fundamentales de religión. Por una parte está la religión de la experiencia inmediata (la religión, con las palabras del Génesis, en que se oye la voz de Dios mientras se camina por el Jardín del Edén con el frescor de la tarde o a primera hora de la mañana, la religión del conocimiento directo, y en el mundo, de lo...
Regístrate para leer el documento completo.