Él (Cuento)

ÉL

Ciento cincuenta años. Esa es la respuesta. La revista “Vida” me pidió que redacte en unos pocos renglones cuánto tiempo vivían. Ciento cincuenta. Pero creo que esto lo van a publicar, ya que desde que los medios se enteraron, no paran de llamarme para pedirme que lo lleve a sus programas o, como ahora, que responda a diferentes preguntas, por eso, desearía tomarme el atrevimiento deescribir algo más sobre él, para que la gente sepa quién es en realidad. Porque, yo sé que puede ser aterrador por su apariencia, pero deberían conocerlo más. La gente me para en la calle para preguntarme cómo es vivir con él, pero yo a veces estoy muy apurado para responder, asique lo explicaré aquí con mucho gusto.
Nací en la finca de mis tíos, donde pasé toda mi niñez. Mi padre iba a conseguirtrabajo a la ciudad todos los días, y mi madre, en invierno, vendía esos pulóveres tejidos a mano que hacía con mis tías, mientras que en verano, se dedicaba a cuidar la parra del jardín con mucho esmero. Ninguno de los dos volvía hasta el anochecer, por eso yo vivía más en la finca de mis tíos que en mi casa. Luego de volver de la escuela, jugaba toda la tarde con mis primos entre los árboles querodeaban la quinta. Una de esas veces, al patear la pelota de trapo, rompimos el jarrón más caro de mi tía, asique tuvimos que correr a escondernos. Yo encontré el escondite perfecto: un arbusto que, por alguna extraña razón, estaba ahuecado; hacia el centro no llegaban las hojas y, al tener una contextura pequeña, logré entrar en él. Pero, mientras escuchaba los gritos desencajados de mi tía al versu jarrón, comencé a sentir algo al lado mío. Lo toqué con cuidado y descubrí que era redondo. No lograba adivinar qué era, ya que estábamos en plena oscuridad, asique tomé la cosa redonda y la metí en el bolsillo de mi pantalón. Habría que destacar que era pequeño pero muy pesado. Cuando regresé a mi casa, lo saqué. Un huevo. De un naranja rojizo oscuro. Lo hubiera dejado en el próximo árbol queviera, de no ser porque yo conocía todas las especies de aves, y ese huevo me resultaba desconocido. Deseaba saber de qué clase era. Asique lo cuidé por unos cuantos días más, casi sin salir de casa.
Al fin, una mañana, el huevo se rompió. Lo que salió de él ustedes ya lo conocen. Con el color rojo brilloso en su piel, ese extraño cuerpo de serpiente, sus cuernos de ciervo y las patas congarras, se veía muy gracioso. Al crecer se fue definiendo más su forma. Y su comportamiento. Porque, aunque lo duden, éste animalito se las arreglaba para dejar patas arriba mi casa. Mis padres se enojaban mucho, pero él ponía esa cara de cachorrito cuando lo retaban (que por cierto, la sigue poniendo), y los convencía de que no lo sacaran afuera en la tormenta. ¡Ah! Sí; mis viejos dejaron que sequedara en casa, pero sólo porque les dije que era una especie de lagartija con cuernos. Les mentí. Yo supe desde el principio lo que era.
Lo más chistoso de todo, fue que, cuando comenzó a crecer, mis padres me preguntaban qué le estaba dando de comer; y cuando le salió el soplido de fuego por primera vez, ¡casi nos quema el rancho! Jajajaja, ¡Tuvimos que salir corriendo! Pero lo queríamos un montón.Mis papás siempre lo trataron como alguien más de la familia, el hermano que nunca tuve.
Como ya saben, él no tiene alas, pero que corre, corre. Cuando fue más grande, que lo empezamos a dejar salir a cazar su propio alimento, tenía que esconderse de mi tía, que no soportaba ni a las gallinas. Me acuerdo que, una vez, como no sabíamos dónde esconderlo, lo subimos arriba de un árbol; mi tía sepuso a lavar la ropa en el río y yo miraba desde lejos que mi animal lograba por un pelo no tocarle con la cola la cabeza a mi tía. ¡Cómo nos reímos esa vez! Y no digo mis papás y yo, digo mis primos y yo, porque ellos también se enteraron de Júpiter, que, como ya deben saber, es el nombre que le puse. A partir de ése momento, hubo un compañero más en nuestros juegos. Porque, aunque no entendía...