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El impacto de la urbanización en el medio ambiente
A medida que crecen, las ciudades imponen un nuevo medio, edificado sobre paisajes y ecosistemas
naturales. Se desbroza el terreno y con frecuencia se hacen cortes o se altera con maquinaria la forma de las colinas; los valles y marismas se llenan de rocas y materiales de desecho, y, por lo general, se
extrae agua del subsuelo. Su desarrollo no sólo transforma las zonas que urbaniza, sino también otras
mucho mayores, tal y como puede observarse en los cambios que sufre la ecología rural para responder
a las necesidades metropolitanas de agua y materias primas, bienes y servicios. Las regiones que las
rodean deben satisfacer sus muchas exigencias de materiales de construcción y acumulación de residuos, resultado de la edificación, creación de carreteras, aparcamientos, industrias y otros
componentes de la estructura urbana. Gran parte del impacto medioambiental del desarrollo urbano se
percibe lejos de allí, al final del valle que ocupa la ciudad, aguas abajo del río que la cruza o en el lugar donde el viento arrastra los humos. Es el resultado del transporte de residuos sólidos, la contaminación
de las aguas o la lluvia ácida.
Durante las últimas cinco décadas, una parte considerable de la expansión de las ciudades de América
Latina ha tenido lugar sin que se haya dado el necesario desarrollo de sus infraestructuras y servicios
básicos, condición esencial para crear un entorno urbano saludable y para que se puedan tratar adecuadamente los desechos sólidos y líquidos. También sin que existiese un marco de planificación y
una normativa que limitase en lo posible los costes medioambientales, guiase el crecimiento alejándolo
de los lugares poco adecuados y protegiese los recursos naturales importantes.
Pocos gobiernos municipales han hecho frente adecuadamente a sus múltiples responsabilidades, entre
ellas, la gestión del medio ambiente. Sin embargo, hay alguna excepción importante. Por ejemplo, algunas ciudades como Porto Alegre, en Brasil, facilitan agua corriente a toda la población, recogida de
basuras regular y servicios sanitarios suficientes. Además, esta localidad es bien conocida por haber
creado un `presupuesto participativo’ que ha reforzado la democracia local y ha proporcionado a los ciudadanos una colaboración más directa en el establecimiento de las prioridades municipales.
La esperanza de vida en Porto Alegre es similar a la de las ciudades europeas. Es también una de las
poblaciones que más ha aumentado en la región durante los últimos 50 años, lo que demuestra que el
crecimiento rápido no implica necesariamente graves problemas medioambientales.
En el otro extremo tenemos cientos de centros o distritos en el interior de las megalópolis donde sólo unos pocos tienen acceso al agua corriente y a sistemas sanitarios, alcantarillado y gestión de residuos
sólidos, y donde las autoridades locales poseen escasa capacidad para gestionar los problemas
medioambientales. Lo más frecuente es que los ciudadanos se alojen en viviendas de poca calidad; por
ejemplo, familias enteras viven en una o dos pequeñas habitaciones de casas de vecinos, pensiones baratas o alojamientos edificados en tierras ocupadas ilegalmente o parceladas. Allí, la esperanza de
vida media puede ser inferior a la de Porto Alegre en 20 ó 30 años.
Dentro de esta diversidad, todos los centros urbanos comparten algunas características obvias. Todos
combinan las concentraciones de población humana (y sus casas y barrios) con una gama de actividades económicas. Todos ellos tienen un impacto en el medio ambiente local y regional
relacionado con su papel de centros de producción (de bienes y servicios) y de consumo. Los
problemas medioambientales están influidos en gran medida por la calidad y la capacidad de sus
gobiernos. Todos requieren una autoridad que garantice un espacio adecuado para sus habitantes, ...
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