Amores culpable

Páginas: 121 (30163 palabras) Publicado: 10 de junio de 2014
Capítulo Uno

Smith Rutledge levantó los ojos de su plato de macarrones para mirar a una mujer joven con pantalones cortos y camisa ancha. Llevaba en la mano una bandeja y estaba buscando mesa en la abarrotada cafetería de Harlingen, Texas.
«Bonitas piernas», fue lo primero que pensó. Estaba admirando el resto cuando los ojos de la joven se clavaron en él.
Smith iba a levantarse paraofrecerle sitio en su mesa cuando vio que ella lo miraba con ex­presión horrorizada.
-¡Tom! -gritó.
Entonces, poniendo los ojos en blanco, se desmayó.
Un motero lleno de tatuajes tropezó con ella y cayó al suelo, tirándole la bandeja encima.
La ruidosa cafetería se quedó en silencio re­pentinamente. Smith se levantó de un salto y co­rrió a auxiliar a la mujer.
El motero, cubierto de salsa detomate, le­vantó la cabeza, perplejo:
-¿Qué pasa?
-Creo que se ha desmayado. Vaya a buscar al dueño de la cafetería -murmuró Smith, tomán­dole el pulso a la joven.
Estaba pálida y la bandeja le había hecho un corte en la frente.
El propietario llegó enseguida, muy nervioso.
-Ya he llamado a una ambulancia. ¿Qué ha pasado, señor Rutledge?
-No lo sé, Juan. Se ha desmayado y el hom­bre que iba detrásde ella ha caído encima. Está inconsciente.
Smith no añadió que se había desmayado al verlo, como si él fuera Hannibal Lecter, el ase­sino de El silencio de los corderos. En fin, no era tan guapo como su hermano Kyle, pero no solía ejercer tal efecto en las mujeres. ¿Y quién demonios era ese Tom? Poco después llegó la ambulancia y los enfer­meros la colocaron en una camilla, haciendo preguntasque él no podía responder. No sabía su nombre y mucho menos si era diabética o alérgica a algún medicamento.
Smith tomó su pesado bolso y buscó el mone­dero para ver si encontraba algún documento que la identifícase. Encontró uno de color ma­rrón y, al abrirlo, se quedó helado.
En el monedero de la joven desconocida ha­bía una fotografía suya. No solo una, varias. Pero no podía ser... El no habíavisto a aquella chica en toda su vida. Sin embargo, allí estaban los dos juntos. Era absurdo.
-Tenemos que llevarla al hospital. ¿Cómo se llama?
Perplejo, Smith miró al enfermero que le ha­cía la pregunta.
-¿Qué?
-¿Cómo se llama esta joven?
-Ah... Jessica O'Connor Smith. Se llama Jessica O'Connor Smith. Voy con ustedes.
-No puede venir en la ambulancia.
-Entonces los seguiré en mi coche.Smith guardó el monedero y, con el bolso en la mano, salió detrás de la camilla.

Estaba sentado en la sala de espera, pero los nervios lo obligaron a levantarse para dar un pa­seo.
Llevaba allí una hora. Había intentado entrar en la habitación, pero una enfermera a quien le importaban bien poco las donaciones que hacía al hospital, se negó a dejarlo pasar.
-Tengo órdenes de que nadie lamoleste. El médico hablará con usted cuando haya termi­nado.
-Pues está tomándose su tiempo -murmuró Smith para sí mismo.
Estaba preocupado por la mujer, pero sobre todo estaba preocupado por lo que había visto en su monedero.
Nervioso, se sentó en una silla de plástico y miró las fotografías de nuevo. Debía haberlas mirado una docena de veces desde que llegó al hospital. ¿Cómo era posible? Norecordaba ha­ber visto a aquella joven rubia en su vida.
Una vez, años atrás, bebió demasiado tequila con sus amigos y se despertó dos días más tarde, confuso y con los bolsillos vacíos, en un viejo ho­tel de Matamoros. Pero solo había ocurrido una vez y aprendió la lección.
Desde entonces, excepto alguna cerveza o una copa de vino durante las comidas, no solía beber. Con el ceño arrugado, estudió lafotografía de Jessica O'Connor Smith. Una chica guapa con una sonrisa de cine. No habría olvidado a alguien como ella. En la foto tenía el pelo más corto, pero era la misma mujer.
Jessica O'Connor Smith, número 218 de Elm Street, Bartlesville, Oklahoma, decía su documento de identidad.
Smith no había estado nunca en Bartlesville. También encontró una tarjeta de crédito, el carné de una...
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