Aranmanoth - Ana Maria Matute

Páginas: 139 (34625 palabras) Publicado: 3 de julio de 2013
Cuando se quedó solo, Aranmanoth apoyó sus manos sobre
el pecho y trató de sentir su corazón. El animal que albergaba allí
dentro no daba patadas, ni siquiera parecía despierto. Pensó que
quizá estuviera dormido dulcemente. Y por vez primera se
preguntó: «¿Querría yo ser completamente humano?». Y no supo
qué contestar.
Se refugió en su cámara y, tendido en el lecho, reflexionó
sobre laconversación que había mantenido con el poeta. Parecía
un hombre sabio, a pesar de sus silencios y de que sus ojos
oscuros se perdieran a menudo en el azul del cielo o en las
encrespadas montañas. Hablaba con una voz suave y cálida, y sus
palabras tenían la extraña cualidad de permanecer en el aire,
dando vueltas y dibujando hermosas e inquietantes imágenes,
durante mucho más tiempo que las quepronunciaban los de más.
Aranmanoth sabía —desde la primera visita lo supo— que aquel
hombre tenía mucho que ofrecer y que enseñar al joven confuso y
perdido que era él, y por eso le buscaba cuando todos
descansaban y lo encontraba en el huerto de Windumanoth
acariciando las cuerdas de su extraño instrumento o susurrando
melodías que parecían caer de los árboles y posarse en sus labios.Por la ventana abierta llegaban resplandores, sutiles voces,
el sonido de criaturas diminutas entre la hierba. Aranmanoth
conocía el mundo de la noche, ese que despierta cuando todos, o
casi todos, duermen. Se arrodilló junto a aquella ventana estrecha
y alta, y contempló un trozo de cielo levemente azul que se
oscurecía tan suave y rápidamente que apenas daba tiempo a
retenerlo con la mirada.Alguna nube navegaba en dirección
contraria a la luna y pensó que el mundo y la vida, y quizá
también el animal depredador que latía en su pecho, no eran de
fiar. Pensó, en suma, que algo maligno podía acechar tras el tallo
de cada hoja, tras el pétalo de cada flor.
La media noche estaba muy cerca. Aranmanoth recordó las
palabras del poeta: «La media noche es la hora más lúcida».
Deslizósus pisadas escaleras abajo hasta llegar al huerto de
Windumanoth. Envuelto por la noche y sus sonidos, se dio cuenta
de que ni ella ni él conocían los secretos de ese lugar. Habían
paseado infinidad de veces entre sus plantas, incluso alguna vez
se habían asomado al pozo, pero no sabían qué era lo que se

ocultaba en su profundidad. En ese momento Aranmanoth tuvo la
intuición de cuanto eray de su contradictorio corazón.
—¿Por qué habré elegido el pozo como lugar de encuentro?
—se preguntó. El pozo se le aparecía ahora como un ojo oscuro
que mirara hacia el vientre del mundo.
Y allí estaba el poeta, esperándole. Su rostro, medio oculto
por la capa, no encubría el brillo de sus ojos negros:
—Ven conmigo —dijo. Y lo arrastró de la mano.

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El bosque, el verdadero bosque, no era únicamente el que
conocía Aranmanoth, aquel que mostrara a la pequeña
Windumanoth. El bosque era otro. Era un territorio que, de
improviso, se apoderaba del rumor y del olor de la más remota
memoria. Era el bosque de su madre, el lugar del que él procedía:
el bosque del que jamás podría desprenderse.El poeta le llevaba de la mano, y aquella mano, de pronto,
parecía arder. Aranmanoth sintió miedo:
—¿No serás tú el diablo? Yo no quiero tener ninguna
relación con el diablo —murmuró tembloroso al recordar cuanto
había oído hablar a las mujeres sobre aquel personaje.
—¡Qué tontería, yo soy el poeta! —rió el muchacho de los
ojos negros tirando al mismo tiempo de la capa de Aranmanoth.Aranmanoth pensó que tampoco sabía lo que era un poeta,
por más que esta palabra le trajera a su mente la música y la
ensoñación.
Se sentía alegre y decidido, a pesar del leve temor que le
rondaba y, a veces, le invadía. Pero ese temor hacía que aquel
encuentro y aquella aventura fueran aún más atractivos, así que se
dejó arrastrar.
Nunca antes Aranmanoth había penetrado en el profundo y...
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