Baile De Mascaras (Cuento)

A Huberto, por su invaluable
colaboración en estos días…

¿Qué es la vida? Un frenesí
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción
y el mayor bien es pequeño
que toda la vida es sueño
y los sueños, sueños son…

Jornada II Escena XIX
“La vida es sueño” Pedro Calderón de la Barca.

A la última campanada del reloj de péndulo ubicado en lo alto de la escalera muy por encimade las arañas de cristal danés, los invitados uno a uno fueron despojándose de sus caretas. Cumplían con la consigna a manera de formalidad para asistir al baile ya que en las invitaciones Florencio Navas escribió con su puño y letra: “A las doce de la noche de mi segundo cumpleaños quiero ver al descubierto los rostros de mis amigos”. Y es que aquella fiesta de disfraces la había planeado desdeseptiembre luego del análisis riguroso efectuado por él a una pesadilla en la cual La Muerte ataviada con un sucio y raído ropón de monje errante llevando a cuestas un gancho le haba manifestado que “por el momento no fallecería pues entre Ellos las cosas marchaban bien y no lo requeriría para nada en muchísimas décadas”. Por convicción propia llegó entonces a la conclusión de que había nacidodos veces: el 15 de agosto de 1964 en la covacha de una partera en las afueras de Madrid y el 7 de noviembre del año pasado, fecha en que despertó de un profundo y prolongado sopor tras el atentado a balas de que fue objeto por parte de unos pistoleros, en Santa Cecilia del Corral, protegidos por las sombras de una noche sin luna y sin canto de grillos.
Cuando Menchy Bakka recibió la tarjeta demanos de Clímaco Téllez, un primo lejano que se pasó más de 20 años sacando muelas en el pueblo con un diploma chimbo de odontólogo, me lo comentó en el parque a manera de chisme:
Nadie cumple dos veces –me dijo–. Es grave falta alcahuetear el festejo de hechos que no figuran en las historias de las Sagradas Escrituras y que son el producto de pretextos de antisociales para armar parrandas,–concluyó.
Por la amistad que me unía a Florencio, experimenté en aquel instante el deber moral de persuadirla, él era mi amigo desde niño, mucho más que eso, era como mi hermano mayor y conocíamos a la perfección las reacciones de los lugareños, un comentario suelto mal interpretado en boca de aquel pueblo perdido en la intrincada geografía de esa parte de Europa habría aniquilado en segundos el tanañorado baile de Navas, cada habitante era más dado a atender cualquier rumor sin fundamento que a ventilar, al menos, la pavimentación de una sola de sus polvorientas y miserables calles…
Se puede –le dije como sin interesarme el asunto–, recuerda que Florencio fue declarado muerto clínicamente después de la balacera de la que tanto hablaron los periódicos una vez que los médicos de Valladolidagotaron todos los recursos de la ciencia. ¡Fue penoso el no poder brindar a los desconsolados familiares ni las más remotas esperanzas de vida! –puntualicé. Pero acuérdate –continué diciéndole con la misma acentuada indiferencia–, exactamente a las doce de la noche del 7 de noviembre del año pasado, antes de la última campanada del reloj mecánico de la cafetería del hospital despertó como si nada lehubiera sucedido. Hasta pidió cerveza a las enfermeras ya que deseaba emborracharse para celebrar la conversación sostenida con La Muerte mientras estuvo en estado comatoso.
La Menchy terminó aceptando mi reflexión, creo eso, debido a que en los días siguientes a los preparativos del baile de máscaras no me mencionó más el asunto sino que se concentró en el caso de la gemelas de la Calle del Pozoque se fugaron del hogar materno semanas antes con un par de turcos vendedores de chirimbolos de plástico. –Se las llevaron para Estambul, –decía a los desocupados en la plaza–, sabrá Dios si a estas horas no estarán ya vendidas en algún burdel de esas tierras misteriosas…
–¡Pobre de mi comadre Liboria, –parecía sincera cuando hablaba–, de nada le valió inculcarles desde pequeña el...