BOGOTA

Páginas: 10 (2436 palabras) Publicado: 4 de junio de 2013
Ensayo “No oyes ladrar los perros”
Juan Rulfo, (El llano en llamas)

En este ensayo se realiza un análisis basado en la lectura cultural del cuento de Juan Rulfo "No oyes ladrar los perros" del libro El llano en llamas. Al comienzo, se muestra un análisis estructural apoyado por la Nueva Crítica que articula los elementos que constituyen la lectura para una mejor comprensión; además sedesarrollan las características de los sistemas simbólicos que Thompson nos muestra en su escrito de la cultura: la convencionalidad, la intencionalidad, la referencialidad y finalmente la contextualización de la lectura en mi apreciación.

Análisis estructural
Unidades menores:

—Tú que vas allá arriba, Ignacio, dime si no oyes alguna señal de algo o si ves alguna luz en alguna parte.
—No seve nada.
—Ya debemos estar cerca.
—Sí, pero no se oye nada.
—Mira bien.
—No se ve nada.
—Pobre de ti, Ignacio.
La sombra larga y negra de los hombres siguió movién¬dose de arriba abajo, trepándose a las piedras, disminuyen¬do y creciendo según avanzaba por la orilla del arroyo. Era una sola sombra, tambaleante.
La luna venía saliendo de la tierra, como una llamara¬da redonda.
Ya debemosestar llegando a ese pueblo, Ignacio. Tú que llevas las orejas de fuera, fíjate a ver si no oyes ladrar los perros. Acuérdate que nos dijeron que Tonaya estaba detrasito del monte. Y desde qué horas que hemos dejado el monte. Acuérdate, Ignacio.
—Sí, pero no veo rastro de nada.
—Me estoy cansando.
—Bájame.
El viejo se fue reculando hasta encontrarse con el pa¬redón y se recargó allí, sin soltarla carga de sus hombros. Aunque se le doblaban las piernas, no quería sentarse, por¬que después no hubiera podido levantar el cuerpo de su hijo, al que allá atrás, horas antes, le habían ayudado a echárselo a la espalda. Y así lo había traído desde en¬tonces.
— ¿Cómo te sientes?
— Mal
Hablaba poco. Cada vez menos. En ratos parecía dor¬mir. En ratos parecía tener frío. Temblaba. Sabía cuándo leagarraba a su hijo el temblor por las sacudidas que le daba, y porque los pies se le encajaban en los ijares como espuelas. Luego las manos del hijo, que traía trabadas en su pescuezo, le zarandeaban la cabeza como si fuera una sonaja.
Él apretaba los dientes para no morderse la lengua y cuando acababa aquello le preguntaba:
— ¿Te duele mucho?
—Algo —contestaba él.
Primero le había dicho:«Apéame aquí... Déjame aquí... Vete tú solo. Yo te alcanzaré mañana o en cuanto me re¬ponga un poco.» Se lo había dicho como cincuenta veces. Ahora ni siquiera eso decía.
Allí estaba la luna. Enfrente de ellos. Una luna grande y colorada que les llenaba de luz los ojos y que estiraba y oscurecía más su sombra sobre la tierra.
—No veo ya por dónde voy —decía él.
Pero nadie le contestaba.
El otro ibaallá arriba, todo iluminado por la luna, con su cara descolorida, sin sangre, reflejando una luz opaca. Y él acá abajo.
—¿Me oíste, Ignacio? Te digo que no veo bien. Y el otro se quedaba callado.
Siguió caminando, a tropezones. Encogía el cuerpo y luego se enderezaba para volver a tropezar de nuevo.
—Éste no es ningún camino. Nos dijeron que detrás del cerro estaba Tonaya. Ya hemos pasado elcerro. Y Tonaya no se ve, ni se oye ningún ruido que nos diga que está cerca. ¿Por qué no quieres decirme que ves, tú que vas allá arriba, Ignacio?
— Bájame, padre.
— ¿Te sientes mal?
— Sí.
— Te llevaré a Tonaya a como dé lugar. Allí encontraré quien te cuide. Dicen que allí hay un doctor. Yo te llevaré con él. Te he traído cargando desde hace horas y no te de¬jaré tirado aquí para que acabencontigo quienes sean.
Se tambaleó un poco. Dio dos o tres pasos de lado y volvió a enderezarse.
—Te llevaré a Tonaya.
—Bájame.
Su voz se hizo quedita, apenas murmurada:
—Quiero acostarme un rato.
—Duérmete allí arriba. Al cabo te llevo bien agarrado.
La luna iba subiendo, casi azul, sobre un cielo claro. La cara del viejo, mojada en sudor, se llenó de luz. Escondió los ojos para no mirar...
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