bourdieu

Páginas: 64 (15817 palabras) Publicado: 14 de noviembre de 2013
BOURDIEU, P. “El conocimiento por cuerpos”, en Meditaciones pascalianas, Barcelona, Anagrama, 1999, capítulo 4, pp.
169-214.

4. El conocimiento por cuerpos
Se plantea la cuestión del sujeto debido a la propia existencia de las ciencias que toman como objeto lo que suele
llamarse el «sujeto», ese objeto para el que hay objetos, ciencias que implican, precisamente por ello, unos
presupuestosfilosóficos opuestos por completo a los que propugnan las «filosofías del sujeto». Siempre habrá,
incluso entre los especialistas en las ciencias sociales, quien niegue el derecho de objetivar otro sujeto, de producir su
verdad objetiva. Y sería ingenuo creer que quepa tranquilizar a los partidario de los derechos sagrados de la
subjetividad dando garantías de cientificidad y haciendo observarque los asertos de las ciencias sociales, que se
basan en una labor específica, provista de métodos e instrumentos especialmente elaborados, y sometida al control
colectivo, no tienen nada en común con los veredictos perentorios de la existencia cotidiana, basados en una intuición
parcial e interesada, habladurías, insultos, calumnias, rumores, halagos, que son moneda corriente hasta en lavida
intelectual. Muy al contrario. Es la propia intención científica lo que se rechaza como una intromisión insoportable,
una usurpación tiránica del derecho imprescriptible a decir la verdad que todo «creador» reivindica por definición
para sí –sobre todo, cuando el objeto no es otro que él, en su singularidad de ser irreemplazable, o sus semejantes
(como muestran los gritos surgidos de lasolidaridad herida que provoca cualquier intento de someter a escritores,
artistas o filósofos a la investigación científica en su forma corriente). En determinadas regiones del mundo
intelectual, puede incluso suceder que quienes [171] se muestran más preocupados por la dimensión espiritual de la
«persona», tal vez porque confunden los procesos metódicos de la objetivación con las estrategiasretóricas de la
polémica, el panfleto o, peor aún, la difamación o la calumnia, no dudan en considerar los enunciados del sociólogo
como «denuncias» que se creen en el derecho y el deber de denunciar, o como juicios que ponen de manifiesto una
pretensión propiamente diabólica de usurpar un poder divino y convertir el juicio de la ciencia en el juicio final.
De hecho, aunque algunos a veces loolviden y se dejen llevar por las facilidades del proceso retrospectivo, los
historiadores o los sociólogos sólo pretenden establecer unos principios de explicación y comprensión universales,
válidos para cualquier «sujeto», incluso, evidentemente, para quien los enuncia, quien no puede ignorar que podrá ser
sometido a la crítica en nombre de esos principios: expresiones de la lógica de un camposometido a la dialéctica
impersonal de la demostración y la refutación, sus exposiciones siempre estarán sujetas a la crítica de los
competidores y la prueba de lo real, y, cuando se aplican a los propios mundos científicos, todo el movimiento del
pensamiento científico se realiza gracias a ellas, en este retorno sobre sí mismo y por medio de él.
Dicho lo cual, soy perfectamente consciente de queel propio propósito de definir objetivamente, mediante
categoremas por fuerza categóricos, y, peor aún, de explicar, y explicar genéticamente, aunque sea con todas las
prudencias metodológicas y lógicas del razonamiento y el lenguaje probabilistas (por desgracia, con frecuencia muy
mal comprendido), está condenado a parecer especialmente escandaloso cuando se aplica a los mundos escolásticos,es decir, a unas personas que se sienten fundadas por su status más para «fundar» que para ser fundadas, más para
objetivar que para ser sometidas a la objetivación, y que no ven razón alguna para delegar lo que perciben como un
poder discrecional de vida y muerte simbólicas (que, por lo demás, les parece normal ejercer, de modo cotidiano, sin
las cautelas que proporciona la disciplina...
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