chocho
Gustave Flaubert
Colección
Biblioteca Clásica
www.librosenred.com
Dirección General: Marcelo Perazolo
Dirección de Contenidos: Ivana Basset
Diseño de Tapa: Patricio Olivera
Armado de Interiores: Andrés Beláustegui
Está prohibida la reproducción total o parcial de este libro, su tratamiento
informático, la transmisión de cualquier forma o de cualquier medio, yasea
electrónico, mecánico, por fotocopia, registro u otros métodos, sin el permiso
previo escrito de los titulares del Copyright.
Primera edición en español en versión digital
© LibrosEnRed, 2004
Una marca registrada de Amertown International S.A.
Para encargar más copias de este libro o conocer otros libros de esta colección
visite www.librosenred.com
ÍNDICE
PRIMERA PARTE
5Capítulo XI
160
Capítulo I
6
Capítulo XII
171
Capítulo II
15
Capítulo XIII
183
Capítulo III
22
Capítulo XIV
192
Capítulo IV
27
Capítulo XV
201
Capítulo V
32
Capítulo VI
35
TERCERA PARTE
209
Capítulo VII
40
Capítulo I
210
Capítulo VIII
45
Capítulo II
223
Capítulo IX
54
Capítulo III
232
Capítulo IV234
SEGUNDA PARTE
64
Capítulo V
237
Capítulo I
65
Capítulo VI
252
Capítulo II
74
Capítulo VII
267
Capítulo III
80
Capítulo VIII
279
Capítulo IV
90
Capítulo IX
295
Capítulo V
94
Capítulo X
303
Capítulo VI
102
Capítulo XI
308
Capítulo VII
114
Capítulo VIII
122
Capítulo IX
142
Capítulo X152
Acerca del Autor
316
Editorial LibrosEnRed
317
PRIMERA PARTE
CAPÍTULO I
Estábamos en la sala de estudio cuando entró el director, seguido de un
«novato» con atuendo pueblerino y de un celador cargado con un gran
pupitre. Los que dormitaban se despertaron, y todos se fueron poniendo
de pie como si los hubieran sorprendido en su trabajo.
El director nos hizo seña de quevolviéramos a sentarnos; luego, dirigiéndose al prefecto de estudios, le dijo a media voz:
–Señor Roger, aquí tiene un alumno que le recomiendo, entra en quinto. Si
por su aplicación y su conducta lo merece, pasará a la clase de los mayores,
como corresponde a su edad.
El «novato», que se había quedado en la esquina, detrás de la puerta,
de modo que apenas se le veía, era un mozo del campo,de unos quince
años, y de una estatura mayor que cualquiera de nosotros. Llevaba el pelo
cortado en flequillo como un sacristán de pueblo, y parecía formal y muy
azorado. Aunque no era ancho de hombros, su chaqueta de paño verde
con botones negros debía de molestarle en las sisas, y por la abertura de las
bocamangas se le veían unas muñecas rojas de ir siempre remangado. Las
piernas, embutidasen medias azules, salían de un pantalón amarillento
muy estirado por los tirantes. Calzaba zapatones, no muy limpios, guarnecidos de clavos.
Comenzaron a recitar las lecciones. El muchacho las escuchó con toda atención, como si estuviera en el sermón, sin ni siquiera atreverse a cruzar las piernas ni apoyarse en el codo, y a las dos, cuando sonó la campana, el prefecto
de estudios tuvo queavisarle para que se pusiera con nosotros en la fila.
Teníamos costumbre al entrar en clase de tirar las gorras al suelo para
tener después las manos libres; había que echarlas desde el umbral para
que cayeran debajo del banco, de manera que pegasen contra la pared
levantando mucho polvo; era nuestro estilo.
Pero, bien porque no se hubiera fijado en aquella maniobra o porque no
quisiera sometersea ella, ya se había terminado el rezo y el «novato» aún
seguía con la gorra sobre las rodillas. Era uno de esos tocados de orden
compuesto, en el que se encuentran reunidos los elementos de la gorra
6
LibrosEnRed
Madame Bovary
de granadero, del chapska1, del sombrero redondo, de la gorra de nutria
y del gorro de dormir; en fin, una de esas pobres cosas cuya muda fealdad
tiene...
Regístrate para leer el documento completo.