Ciencia
corriendo delante de mis tus sus nuestros vuestros sus rostros. Qué diablos.
Puestos a contar, si se pudiera ir a beber un bock por ahí y que la máquina siguiera sola (porqueescribo a máquina), sería la perfección. Y no es un modo de decir. La perfección, sí, porque aquí el agujeroque hay que contar es también una máquina (de otra especie, una Contax 1. 1.2) y a lo mejor puede ser que
una máquina sepa más de otra máquina que yo, tú, ellala mujer rubiay las nubes. Pero de tonto sólo tengola suerte, y sé que si me voy, esta Remington se quedará petrificada sobre la mesa con ese aire de
doblemente quietas que tienen las cosas movibles cuando no se mueven. Entonces tengo que escribir. Uno
de todos nosotros tiene que escribir, si es que todo esto va a ser contado. Mejor que sea yo que estoymuerto, que estoy menos comprometido que el resto; yo que no veo más que las nubes y puedo pensar sindistraerme, escribir sin distraerme (ahí pasa otra, con un borde gris) y acordarme sin distraerme, yo que
estoy muerto (y vivo, no se trata de engañar a nadie, ya se verá cuando llegue el momento, porque dealguna manera tengo que arrancar y he empezado por esta punta, la de atrás, la del comienzo, que al fin y
al cabo es la mejor de las puntas cuando se quiere contar algo).
De repente me pregunto por qué tengo que contar esto, pero si uno empezara a preguntarse porqué hace todo lo que hace, si uno se preguntara solamente por qué acepta una invitación a cenar (ahora
pasa una paloma, y me parece que un gorrión) o por qué cuando alguien nos ha contado un buen cuento, enseguida empieza como una cosquilla en el estómago y no se está tranquilo hasta entrar en la oficina de al...
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