Corazon diario de un niño
¡Aquellas palabras me hicieron daño! Entramos, por fin a empellones. Todos con niños de la mano y cargados con los libros, llenaban elvestíbulo y escaleras, produciendo un rumor como cuando se sale del teatro. Volví a ver con alegría aquel gran zaguán del piso bajo. Las maestras de los párvulos iban y venían entre lamuchedumbre. La que fue mi profesora de la primera superior me saludo diciendo:
-¡enrique, tu vas este año al piso principal, y ni siquiera te veré al entrar o salir! –y me miro contristeza.
El director estaba cercado por una porción de madres que le hablaban ala vez, pidiendo puesto para sus hijos. Mi hermanito se quedo en la clase de la maestra Delcato; a mi metoco el maestro Perbono, en el piso primero. A las diez, cada cual estaba en su sección. ¡Que triste me pareció la escuela recordando los bosques y las montañas dónde acababa de pasarel verano! Hasta me acordaba de mi antiguo maestro, tan chiquitín que casi parecía un compañero.
Nuestro profesor de ahora es alto, sin barba, con el cabello gris, y tiene una arrugarecta que parece cortarle la frente; su voz es ronca y nos mira fijo; no se ríe nunca.
Sentía la necesidad de encontrar a mi madre a la salida, y corrí a besarle la mano. Ella medijo: -¡animo, enrique, estudiaremos juntos las lecciones!
Y volví a casa contento. Pero no tengo el mismo maestro, y no me ha gustado tanto esta clase de la escuela como la otra.
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