Crónica: la olvidada máquina de sueños

La máquina de sueños olvidada.

Recorría las calles de nuestra ciudad cuando, sin darme cuenta, y luego de un tiempo, llegué al Parque Urquiza, ese extenso balcón hacia el Río Paraná. La tarde era gris, el sol jugaba a las escondidas con las nubes y se podía sentir una suave brisa; parecía uno de esos días en los cuales el invierno se comienza a despedir.
Caminé hasta la plazadonde solía jugar cuando era pequeño, aquella que me había brindado mañanas y tardes de juegos, aventuras y diversión. Me senté en el pasto y me puse a observar el increíble paisaje que se presentaba ante mis ojos. Los inmensos y viejos árboles saludaban con sus copas color verde al río. A unos pocos metros un hombre leía un libro, un nene se hamacaba, otro jugaba a la pelota con su papá y dosjóvenes tomaban mate mientras hablan muy entusiasmadas. Todo el lugar era invadido por un aire de paz y tranquilidad.
Sin embargo la tristeza y la angustia se apoderaron rápidamente de mí. No todo parece ser tan perfecto, los viejos juegos están oxidados y un tanto despintados; las hamacas están muy desmejoradas, ya no hay tantos subibajas, y los pocos que quedan parecen estar cansados de tantouso. Los pasamanos y toboganes parecen ser los más resistentes, sin embrago sus fuertes brazos de hierro empiezan a doblegarse. Otra es la imagen que nos da el suelo que combina sus verdes, marrones y algunos amarillos con rojos, azules, naranjas y celestes de los papeles de caramelos, galletitas, colillas de cigarrillos y botellas de gaseosas que ensucian las tierras que alguna vez fueron delGeneral Urquiza.
De repente un par de nubes se apartan y dan paso a unos pocos rayos de sol que penetran de manera mágica y atrapante la desmejorada calesita. Rodeada por delgadas columnas blancas y protegida por oxidados alambres; con una pequeña puerta de color negro que hacen creer a cualquier niño que se trata de una fortaleza y con un toldo verde un tanto desteñido, la calesita parece estarsegura. Sin embargo nada la protege del paso del tiempo. Decidí que debía entrar a recorrerla luego de un par de años sin visitarla.
Al ingresar volví a sentirme parte de ese mundo mágico que frecuentaba cada sábado, aunque ya no se siente el olor a garrapiñada o pororó, ni se observan los copos de azúcar o molinetes de viento que solía vender el hombre del carrito de colores. Tampoco seescucha el clásico grito: “Dejame una vuelta más” y el llanto que proseguía a la negativa de los padres.
Su interior solía ser un lugar de fantasías, donde era posible ser un corredor de autos, un jinete o andar en lancha; era un mundo donde los sueños se volvían realidad, donde uno dejaba volar su imaginación y se sentía dueño de un gran circo al sentarse en el gran elefante blanco. Mientras viajabaacompañado por los héroes y amigos de nuestra infancia, esos que veíamos en la tele o en las revistas. Bugs Bunny, Mickey, Patoruzito, Pedro Picapiedra y otros tantos estaban siempre listos y sonrientes, esperando para acompañarnos en nuestras travesías.
Vuelvo al presente. Veo que unos niños se aproximan, uno se sube a una lancha, otro a un gran caballo negro y el que parece ser el máspequeño se sienta en un coche muy antiguo de color azul oscuro. Es emocionante ver la felicidad que transmiten los rostros de los pequeños. Cuando arranca, se escucha el sonido de todos los metales que trabajan para poner en funcionamiento esa gran maquina creadora de sueños, ilusiones y fantasías. Ya no funcionan las grandes bocinas que entonaban el dulce “Manuelita la tortuga” o el graciosísimo“Hola, don Pepito”. Ahora, en su remplazo hay un pequeño equipo de música que casi ni se utiliza, ya que las melodías que salen del mismo apenas pueden ser percibidas por los pequeños soñadores.
Miré alrededor y noté que aún se conserva la casita de ladrillos color rojo oscuro y de rebordes blancos en la puerta y ventana, desde donde Daniel Arturo Noni, “El Noni”, para los conocidos, se...