Cuento De La Revolucion Mexicana

Narrador

Por enésima vez, Lidia sugirió que fuéramos a aquel restaurante japonés donde sirven pez globo; yo no estoy seguro de querer comer eso, pero ella quiere que nos demos la oportunidad de descubrir algo nuevo y exótico. Como era de suponer, convence a Juan Carlos y a Raúl, por lo que no me queda otra opción que acompañarlos; el único inconveniente es que aquel lugar se encuentra alotro lado de la ciudad. Lidia, como siempre, se ofrecerá a llevarnos en su auto, pero ella sabe que no permitiré que maneje, por lo que terminare llevándolos yo.
Afortunadamente, no hay pendientes en la oficina, por lo que podríamos tomarnos la tarde entera si así lo quisiéramos. Con estos antecedentes, me dispongo a iniciar el viaje; sin embargo, otra vez Juan Carlos olvidó apagar sucomputadora y nuevamente nos retrasaremos por él.
Cuando finalmente salimos, todo parece estar a nuestro favor: el tráfico está fluido y los semáforos nos han ido tocando en verde; bajo estas condiciones, el traslado parece que será relativamente corto; sin embargo, si éste se prolongara, no sería una situación desafortunada, puesto que es muy agradable viajar en su compañía.
En un abrir y cerrar deojos, llegamos al centro comercial y, como una última muestra de que el cosmos está a nuestro favor, justo cuando llegamos un auto se está yendo, por lo que no tendremos que buscando un lugar donde estacionarnos.
Lidia, como de costumbre, me toma del brazo mientras caminamos hacia el restaurante; sin embargo, nunca me había percatado de la expresión en la mirada de Juan Carlos cuando nosobserva, quizá será que él siente algo por ella y nunca me lo ha dicho.
Al llegar al restaurante, abro la puerta para que entre Lidia; solo unos instantes después, ella me toma del brazo y trata evitar que ingrese, pero, al alzar la vista, logro observar la silueta de una persona que me es muy familiar, por lo que, aún a pesar de sus esfuerzos, regreso la mirada y descubro a Dolores en losbrazos de otro hombre.
Mis recuerdos, a partir de ese momento, son difusos; en realdad, lo único que puedo evocar es que hice violentamente a un lado a Lidia y que, posteriormente, todo parecía haber dejado de existir. Lo que paso después, no lo recuerdo; lo único que sé, en este momento, es que estoy purgando una pena de 65 años de prisión… eso es lo único que sé.
En este encierro, en elque he tenido tiempo para todo, menos para encontrar respuesta a muchos de mis cuestionamientos; me he llegado a preguntar si las cosas serían distintas si hubiera aceptado la propuesta de Lidia, quien decía amarme con profunda sinceridad. Quizá, si mi vida hubiera tomado ese rumbo, mis recuerdos aún estarían conmigo. Pero, en realidad, creo que esa pregunta será una de tantas interrogantes ala que no podré darle respuesta, aún a pesar de todo el tiempo que invierta en ello.

Narrador

Israel está fuera de sí, parece una persona totalmente distinta a aquélla que conozco desde hace más de diez años.
Hace apenas unos minutos, todo transcurría como de costumbre, excepto por el hecho de que decidimos cambiar, de último momento, el lugar donde solíamos ir a comer, porque, justamentehoy, Lidia quería descubrir algo nuevo y exótico; por lo que nos dirigimos a aquella plaza, al otro lado de la ciudad, donde se encuentra ese restaurante japonés. Y es justamente, en ese preciso momento, cuando el destino decidió la suerte de cada uno de nosotros.
Mientras atravesábamos la ciudad, no albergábamos preocupación alguna; de hecho, habíamos dejado atrás las tribulaciones de mundo.Ahora, a partir de lo que acontecería después, estoy convencido de que la calma no sólo sigue a la tormenta, sino que también la antecede.
Sin contratiempos, llegamos a la plaza y nos dirigimos hacia ese restaurante japonés; sin embargo, nadie hubiera podido imaginar las dimensiones de lo que devendría cuando cruzáramos el umbral de aquél sitio para ingresar a su interior, puesto que,...