Cuento

Raíz
Daniel E Romero

La voz de su madre resonó a través del tiempo.
- Esteban, ¿ya estás listo para ir a dormir?
Pese a que hace algunos años había cambiado la casa de sus padrespor ese apartamento con gran ventanal desde donde se dominaba todo el parque central, no era la primera vez que lo visitaba esa voz.
Así, cada que esa pregunta que noche tras noche le hicieran enla infancia llegaba a su memoria, toda esa seguridad y fortaleza con la que se desenvolvía con éxito en la bolsa de valores, lo abandonaba por completo y se convertía en aquel niño temeroso, que habíapasado más de diez años en el diván psicoanalítico.
Una gota de sudor frío recorrió su mejilla izquierda cuando sus pantuflas azules marcaron el camino hacia el baño.
- No pasa nada – pensó.Y al tratar de convencerse comenzó a tararear aquella canción que sonaba en el bar que frecuentaba con su conquista en turno.
Con mucho afán y esmero se cepilló los dientes. Recordó aquellode cepillar los de arriba hacia abajo, los de abajo hacia arriba y las muelas con movimientos circulares. Se enjuagó un par de veces y al terminar miró orgulloso esa dentadura que con ahínco cuidaba.Pero al voltear el rostro buscando la mirada de aprobación de su madre, no encontró más que esa pared de granito que coordinaba a la perfección con el estilo minimalista del baño.
Recorrió unavez más la sala, echó un vistazo a los peces retardando el momento de ir a su cuarto, tal como lo hiciera toda su infancia.
Se reclamó por ese ataque de cobardía y con pasos que fingían aplomoentró a su habitación, colgó su bata en el perchero junto a la cama, quitó pacientemente todos esos cojines que adornaban su cama y que la hacían lucir menos sola.
Se metió entre las sábanas y comoantaño, se cubrió el rostro hasta el borde de los ojos.
Y era entonces cuando no había distinción entre el hombre de negocios y el niño miedoso.
Un camión que pasaba por la calle se...