De todo un poco
En el fondo del océano se alzaba de Rey de los mares. Sus muros eran de coral; las ventanas, de ámbar; y el tejado, de conchas de ostras que se habrían y cerraban con susperlas al compás de movimiento de las aguas.
Hacía ya varios años que el rey de los mares se había quedado viudo, y sus hijas – seis hermosas sirenas – es taban al cuidado de la reina abuela, quealguas noches, les hablaba del mundo de los hombres: - en la tierra firme hay grandes ciudades, lagos de agua dulce, pájaros que cantan, flores que exalan de liciosos perfumes…
-¿Cuándopodremos nosotras a la superficie para admirar esas cosas tan bellas?- le preguntó la más pequeña, y atrevida, de las sirenas.
- Cuando cumpláis los quince años – respondió la abuela.
Y asífue. A medida que las sirenas alcanzaban la mayoría de edad, iban subiendo a la superficie del mar y luego contaban lo que habían visto.
La primera de las hermanas se quedó extasiadacontemplando, a la luz de la luna, una ciudad con sus luces multicolores. La segunda nunca podría olvidar la puesta del sol. A la tercera le llamó muchísimo la atención que unos niños, en la playa, supiesennadar sin tener cola de pez. La cuarta describió, fascinada, un barco velero. Y la quinta, que cumplía los años en invierno tuvo ocasión de admirar un impresionante iceberg.
A la pequeña le dabaenvidia. Ella había de conformarse con contemplar la estatua de un joven que tenía en su jardín, y que un día había recogido de un barco hundido.
¡Qué alegría cuando, por fin, cumplió los quinceaños! Al asomarse a la superficie, vio un barco velero, y en cubierta, a un joven príncipe que cantaba con sus marineros. ¡Qué guapo era!
Era igual que el joven de la estatua. De pronto, elviento comenzó a soplar muy fuerte, los truenos y relámpagos cruzaron el cielo y las olas se agitaron como montañas negras. El barco se zarandeaba en medio de la terrible tempestad, hasta que,...
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