de todo
No es raro, por ejemplo, que en la novela Gargantúa y Pantagruel, Ponócrates, al hacerse cargo de laeducación del joven Gargantúa le haya dado de beber agua de eléboro “para que olvidara todo lo que había aprendido bajo sus antiguos preceptores”. Ya Rabelais planteaba la lucha entre la vieja y lanueva enseñanza. La educación, desde el renacimiento, se tornaba en clave del desarrollo social y humano.
La cultura y la educación tenían los fines de la emancipación intelectual, de oposición a laservidumbre tanto voluntaria como involuntaria. Estudiar era abrir caminos frente a los sometimientos. No solo había nuevas rutas geográficas, sino en el saber. Y aunque es fama que la “escuela” ofreceformas de domesticación y control, la lucha por una educación democrática siempre tuvo el objetivo de lograr libertad y obtener independencia de pensamiento. No en vano se vivieron los tiempos de laIlustración.
Todo esto para volver a un asunto capital en Colombia: la educación, sometida hoy a los vaivenes de la politiquería, a un rubro de tercera o cuarta categoría, a la demagogia oficial y aotros desastres. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde) comparó el nivel educativo de unos quinientos mil estudiantes adolescentes, de sesenta y cinco países del mundo.De las tres clases de pruebas, Colombia sacó el peor puntaje en matemáticas; en lectura ocupó el puesto cincuenta y cinco, y el cincuenta y ocho en ciencia. Una especie de hecatombe del conocimiento.Claro que es una consecuencia lógica de las prioridades del régimen. Aquí no se ha privilegiado la educación como base del desarrollo social y económico, sino más bien se le ha enviado al cuarto...
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