Dichos y angelina. luego pablo y matilde. la tercera palabra
LuLú. - ¡Querida Angelina! En este momento estábamos hablando de tu sobrino. Fifí está muerta por conocerle. ¡Esta juventud!
Angelina. - Pues ya no tienen nada que esperar. Ahí baja. En la escalera aparece PABLO correctamente vestido y peinado. Se detiene en el descansillo, un poco azorado ante los invitados, que a su vez quedan paralizadosmirándole. Instintivamente las mujeres retroceden un poco.
PABLO. - Señores. Buenas noches a todos.
Baja dos escalones más. Las mujeres retroceden otro paso, y vuelven a quedar todos inmóviles. Pausa de situación. Entra tía MATILDE. Se detiene, también un instante..
MATILDE. - Parece que se han quedado todos mudos. Acércate, hijo, voy a presentarte. (PABLO se adelanta cortésmente.) Doña Lola dePérez Roldán.
Lulú. - Pardón; tía Lulú, si me haces el favor.
PABLO. - Encantado, Lulú. (Va resueltamente a abrazarla)
Matilde. - Así, no. A las señoras no se las abraza, se les besa la mano.
Pablo. - Perdón. (Le besa la mano con una naturalidad exquisita.) A sus pies, señora.
Lulú. - Gracias, muy gentil. Y felicidades por su cumpleaños. Veinticinco, ¿no?
Pablo. - Veinticinco.LuLú (suspira). - ¡Ay, es la más hermosa de las edades! Yo la tuve diez años seguidos, pero al fin hay que resignarse.
Mi hija, Fifí.
Pablo. (la tía MATILDE). - ¿También a ésta tengo que besarle la mano?
LuLú. - A ella, no. Al fin y al cabo son primos. Si usted quiere puede besarla en la frente.
FiFÍ (retrocede con un gritito). - ¡No... !
Pablo. - Parece que eso del beso en la frenteno le ha hecho ninguna gracia. A lo mejor prefiere en otro sitio.
Matilde. - Dale la mano, simplemente.
PABLO. - Mucho gusto.
Le aprieta la mano fuertemente. Ella ahoga otro gritito y luego juega los dedos doloridos.
ANGELINA. - Discúlpale; tiene demasiada fuerza y todavía no ha aprendido a administrarla.
PABLO. - De manera que tú te llamas Fifí. ¡Qué raro!¿Por qué?
Fifí. -Bueno, en realidad me llamo Josefina, pero mamá dice que Fifí es más distinguido. ¡Jí-jí...!
Lulú. -. Fifí está interesadísima por usted. No sabe hablar de otra cosa. Luego saldrán juntos al jardín. ¿Verdad, nena?
Fifí. - Sí, mamá.
MATILDE. - El doctor Augusto Pérez Roldán, profesor de no sé qué...
PROFESOR. - De Antropología, señora.
MATILDE. - …profesor de Antropología, que sigo sinsaber lo que es, y miembro de no sé cuántas academias
Profesor. - Mucho gusto, muchacho.
PABLO. - Un abrazo, profesor. (Le abraza con más fuerza de la calculada habitualmente para un antropólogo.)
ANGELINA. - Sin apretar, que lo vas a romper.
Las tías atienden a los invitados ofreciendo vinos y platos. Unos de pie y otros cómodamente sentados, pero nadie a la mesa.
PABLO. - Con queAntropología... ¿Y eso qué es?
PROFESOR. - Muy sencillo: es la ciencia que se ocupa del estudio completo del hombre.
PABLO. - ¿Nada más? ¡Sencillísimo!
JULIO. - El doctor es un catedrático ilustre. Publica libros y tiene en su casa cuarenta jaulas con monos.
PABLO. - ¿Cuarenta jaulas con monos para estudiar al hombre?
PROFESOR. - Exactamente. No diré, como en los viejos tiempos, quesean nuestros antepasados, pero son nuestros parientes pobres.
Lulú. - Le interesaría mucho lo que piensa mi marido sobre los monos. Los tiene encerrados en el sótano, hace experimentos con ellos en el laboratorio, y les da toda clase de inyecciones a ver lo que resulta.
PABLO. - ¿Ah, sí? Entonces lo interesante sería saber lo que piensan los monos sobre su marido.
PROFESOR (ríe sin granconvicción). - Muy bien. ¿Han visto qué deliciosa ingenuidad? Un verdadero polinesio.
PABLO. - ¿Un whisky, Fifí?
FIFí. - Lo que tú quieras, primo. ¡Uy, perdón, te he tratado de tú sin querer! ¡Pero es que me has caído tan simpático!
MATILDE. - Fifí acaba de decirte una galantería. ¿No tienes nada 'que contestarle?
PABLO (mirando al padre). - Muy mona. ¿Y usted, Lulú? Lulú.- Yo,...
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