Docente
John POLKINGHORNE,Ciencia y teología; Santander, Sal Terrae, 2000, pág. 149.
Este hombre ha sido puesto como señal de contradicción... y para dejar al descubierto los razonamientos de muchos corazones, Lucas 2, 34-35.
José I. González Faus es responsable del Área Teológica de Cristianisme i Justícia
AVISOS PARA NAVEGANTES
Hablando de la oración, Teresa de Jesús comenta varias veces la tentación de«abandonar la humanidad de Cristo», por la sospecha de que ir directamente a Dios sería más perfecto. Y responde con una espléndida reivindicación de lo humano de Jesús: «por esta puerta hemos de entrar si queremos nos muestre la soberana Majestad grandes secretos». De tal modo que si alguien cree que «esto de apartarse de lo corpóreo, bueno debe ser», sepa este tal que «no ha de entrar en esta cuenta lasacratísima humanidad de Cristo». Advierte que eso es como «andar el alma en el aire,... que no trai arrimo». Y señala el peligro de una oculta falta de humildad, arguyendo que «los asnillos, para traer la noria del agua... aun cerrados los ojos y no entendiendo lo que hacen, sacarán más agua que el hortelano con toda su diligencia»1.
Pues bien, si ésta puede ser tentación del creyente enJesús, no extrañará que aventuremos la sospecha de que una gran tentación del catolicismo de hoy pudiera ser muy similar a ésa que denunciaba Teresa: hoy no sería exactamente abandonar la humanidad de Jesús para ir más perfectamente hacia Dios, sino abandonarla para quedarse con una divinidad (¡más importante y decisiva sin duda!) pero que sería una divinidad sin rostro. Una divinidad sin el contornohumano de Jesús de Nazaret, y en la que se puede proyectar entonces una imagen humana deducida de nuestras ideas racionales sobre la divinidad.
Con su llamativa capacidad de intuición, Simone Weil, recién llegada a la fe cristiana, percibía algo de eso mismo cuando escribió hace ya más de sesenta años: «actualmente ¿quién piensa en Cristo como un condenado de derecho común, excepto sus enemigos?La Iglesia ciertamente no piensa así de Jesucristo y esto lleva una falsificación de su cruz y de la revelación de Dios en ella». La divinidad de Jesús deja así de ser el escándalo de un Dios “delincuente”, para pasar a ser una peana a la que se sube la Iglesia para no arrepentirse de sus pecados históricos. Y por eso, concluye Simone: «se adora (en Cristo) la grandeza histórica de la Iglesia»2.Psicológicamente, resulta fácil comprender este miedo a Jesús si recordamos que –como titulé un Cuaderno anterior dedicado a Él– fue una figura seductora y “subyugante” pero también “subversiva”3. En Jesús se produce algo de lo que R. Otto escribía sobre «Lo Santo»: que, a la vez, «fascina y asusta». Por eso dice con mucha intuición el evangelista Lucas que «este Hombre está llamado a ser signo...
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