Docente

La ceremonia

Faltaba muy poco para que zarpara su barco. Fueron pocos días pero para ella los más felices que recordaba. Sintió que en ese corto tiempo había transcurrido toda una vida y que todasu vida no hubiera tenido un significado sin ese corto tiempo en la isla.
Pero debía partir. Muchas cosas había en juego: un matrimonio, hijos, vidas distintas. No podía dejarse llevar por algo quesólo estaba basado en la pasión, en lo carnal.
Acordaron encontrarse en aquella cabaña alejada, que encerraba momentos imborrables, indelebles, pasiones infinitas.
Estaba preparada y ansiosa por elencuentro. Por un momento vinieron a su cabeza sensaciones de las que estaba muy acostumbrada: la rutina, los compromisos, la eterna parsimonia de su marido, la inercia de su vida. Ese hábito en elque se había transformado su existencia.
Él por su parte no tenía mucho por lo que vivir. La isla había sido su hogar casi toda su vida. Siempre con amores pasajeros, esos que vienen en el barco ypoco después se van por el mismo lugar donde llegaron. Ésta era la primera vez que sentía que la partida de esa mujer se llevaría seguramente una parte suya.
-¡Roberto! – susurró ella casi en la puerta.-Estoy en la sala, pasa – contestó él.
Cuando entró observó el escenario que se encontraba frente a sus ojos. Roberto sentado en el sillón de terciopelo verde, la mesa con las copas, la botella,las velas y su mirada…
El abrazo fue largo, contenedor, cargado de millones de palabras. Palabras que no se dijeron. Ya no eran necesarias. Sólo se miraron, y en esas miradas brotaron lágrimasmezcladas con leves sonrisas y con un amor inconmensurable, cómplice, atroz.
Él sirvió las copas, ella no dejaba de mirarlo, pero en esa mirada sólo había seguridad.
No dudaron en beber toda la copa.Mientras lo hacían reían y lloraban. Se abrazaron innumerables veces, se besaron otras tantas hasta dejarse caer en el cómodo sillón.
Cuando la noche cayó ya no había más bebida por tomar, más velas que...