El caballero la dama y el diablo


EL CABALLERO, LA DAMA Y EL DIABLO

Por Marco Vásquez Blas (2006)

Cuando los principales diarios y televisoras de la capital enviaron a sus más curtidos reporteros a la ampliación de la noticia, ya la prensa extranjera había copado el único, sólo por ponerle un nombre, “hotel” de Pipimarca, el cual era una imponente estructura construida por la embajada de Japón y donde alguna vezfuncionó el Centro Internacional de la Papa, que terroristas y militares se encargaron de convertir en ruinas y lugar de albergue para toda clase de alimañas. La BBC de Londres se apoderó de la segunda planta. La CNN y Televisa peleaban por las habitaciones del tercer piso mientras españoles, franceses, y un enjambre de reporteros y curiosos de toda condición establecían sus campamentos hastacientos de metros a la redonda del cadavérico edificio.

Erasmo, administrador de facto del destartalado local, intentaba explicar al asombrado periodismo extranjero cualquier cosa que su desbordada imaginación pudiese hilvanar, pero lo más increíble era que esa prensa, la misma que había sido testigo de la toma de la embajada de Japón, de la guerra en Bosnia y la invasión a Irak, estaba ahoraconsiderando como verdades irrebatibles lo que esta inesperada fuente de información les proporcionaba y les hacía delirar como no lo hubiese hecho alguna otra noticia de la actualidad mundial.

Inclusive, famosas y exóticas cadenas televisivas árabes, rusas y chinas, tan ajenas a los acontecimientos occidentales, ya tenían registro fotográfico y fílmico de los hechos y pugnaban por una exclusiva conErasmo.

Esa misma mañana, un bus camión, de los muchos que superaron fácilmente la tolerancia cero del gobierno central, había sido abordado por más de sesenta periodistas europeos, y como es fácilmente previsible, se desbarrancó unos kilómetros antes de llegar a Pipimarca muriendo todos sus ocupantes. Pero esta noticia encima de la noticia sólo pasó a ser una anécdota que reforzaba la principal.Eso no era todo. Un nutrido contingente de empresarios y guionistas del mismísimo Hollywood estaba tras los derechos de la historia del humilde hijo pródigo de Pipimarca, quien se había pasado la vida entre la estrechez económica y las anécdotas tristes de la tragedia propia y ajena, y que ahora era un multimillonario potencial gracias a los extraños sucesos que él mismo no alcanzaba acomprender.

La vida de Erasmo transcurrió en un ambiente bucólico, tranquilo, casi paradisíaco para un niño. Su padre, don Atilio, le enseñó todo lo referente al cultivo de la papa, y doña Nancy, su madre, era una verdadera experta en el añejo arte de hacer alcanzar y sobrar magros ingresos, los que en este caso obtenía don Atilio por la venta del ancestral tubérculo. El laborioso padre de familiadedicaba más de doce horas diarias a las tareas del campo, pero nada podía hacer ante el despotismo y el desprecio de los camioneros que le pagaban por la cosecha un precio odiosamente bajo. En una ocasión se le ocurrió ponerse fuerte y exigir un pago justo por sus productos, los cuales significaban su trabajo, su dignidad... su vida. Definitivamente fue mala idea. Además de soportar las risotadas delos camioneros, los siguientes meses tuvieron que subsistir con todas las variantes que la papa seca pudiese permitir, y aunque su padre lo tomó con algo de filosofía oriental, los seis hermanos mayores de Erasmo, todos varones, se envenenaron con la sustancia sutil del odio y el sentimiento de venganza que sólo el hombre del ande sabe albergar en su ser y saborear hasta con algo de lujuriacuando la ejecuta.

Por ello, cuando en la década del ochenta el terrorismo llegó a Pipimarca, los primeros en integrarse a las hordas terroristas fueron los seis hermanos de Erasmo. Y, por obvia consecuencia, los primeros en ser ejecutados fueron los mismos camioneros que alguna vez se rieron de su padre.

“ASÍ MUEREN LOS QUE ROBAN AL PUEBLO”, rezaba el clásico cartelito que se repetiría cientos de...