El Coparticipe Secreto

Páginas: 59 (14620 palabras) Publicado: 17 de julio de 2012
Joseph Conrad
EL COPARTICIPE SECRETO

Título original:
THE SECRET SHARER
Traducción: Nuria Claver

1

1
A mi derecha había una serie de cañas de pesca similares a
un
enrevesado
sistema
de
alambradas
de
bambúes,
semisumergidas, que no sabemos cómo dividían el reino de los
peces tropicales y que, por su aspecto, parecían abandonadas para
siempre por una tribu de pescadoresnómadas que hubiera huido al
otro lado del océano; ya que ahí no era visible el más mínimo
rastro de vida humana. A la izquierda, un conjunto de islotes
despoblados —que hacía pensar en muros de piedra, torres,
fuertes en ruinas— fijaba sus cimientos en un mar azul que se
extendía ante mis ojos firme y quieto, como si fuera de plomo;
hasta el surco de luz que irradiaba el sol ponienteresplandecía
brillante y liso, sin ese centellear que pone al descubierto el más
leve movimiento. Y cuando me volví para despedir con la mirada al
remolcador que ya nos había dejado fuera de la barra, me fijé en la
línea recta de la costa, cuyo perfil se fundía con el reposado mar en
perfecta y misteriosa unión, inimitable trazo, entre parduzco y
azulado, bajo la bóveda del cielo. Tan inapreciablescomo los islotes
marinos, dos reducidos matorrales —bordeando la única mancha
de esa extensión inmaculada— preludiaban la desembocadura del
río Meinam, que acabábamos de dejar en esa primera y preventiva
etapa de nuestro viaje de regreso; algo más lejos, tierra adentro,
una espesura densa y muy alta, la arboleda que rodea la gran
pagoda de Paknam, permitía un descanso a la mirada en su vanoafán por explorar el monótono horizonte. Algunos destellos de
plata, diseminados, señalaban las zonas escabrosas del gran río:
en la más próxima, aún sobre la barra, de pronto, el remolcador
que navegaba hacia la costa se perdió de vista —casco, chimenea y
mástiles— como si la tierra imperturbable lo hubiera tragado sin
agitaciones ni esfuerzos. Atentamente, seguí con la mirada cómo ladesvaída nube de humo daba vueltas sobre la llanura según los
designios de la corriente y, cada vez más frágil y lejana, se perdió
tras la colina de la gran pagoda. Entonces me encontré, solo en el
barco, en la cabecera del Golfo de Siam.
Comenzaba un largo viaje; la nave, mientras el sol de la
última tarde proyectaba hacia el este las sombras de sus mástiles,
flotaba en la extensa quietud.Yo estaba en el puente. A bordo,
todo permanecía en silencio y nada se movía, nada se agitaba en
los alrededores: ni un bote en el agua, ni un pájaro en el aire, ni
una nube en el cielo. Durante esta pausa exánime, a la espera de
una larga travesía, parecíamos tantear nuestra capacidad ante tan
ardua empresa, de cuyo cumplimiento dependían ambas
existencias —la mía y la de la nave— y que,ausente todo testigo
humano, sólo tendría al cielo y al mar como jueces y espectadores.
La atmósfera resplandeciente dificultaba la visión, y sólo una
vez que se había puesto el sol mis ojos errantes pudieron
detenerse en el risco más alto del islote principal para advertir algo

que flotaba, solemne, en la perfecta soledad. La marea de las
sombras crecía lentamente; y de pronto, como sucedeen el
trópico, un enjambre de estrellas investigó la tierra tenebrosa,
mientras yo, que seguía contemplando, apoyaba la mano en la
batayola como si del hombro de un amigo se tratara. Pero, al
sentirme observado por esa multitud de astros, mi entrañable y
serena unión con la nave se disipó. Al mismo tiempo empezaron a
sonar rumores molestos, voces y pasos; el mayordomo, hombre de
espírituafanoso y muy solícito, apareció en el puente principal; una
campañilla tintineó a popa, apremiante.
En la cocina, muy bien alumbrada, mis dos oficiales me
esperaban junto a la mesa para cenar. Inmediatamente nos
sentamos y, mientras le servía a mi primer oficial, le comenté:
—¿Se ha fijado que hay un buque anclado entre las islas?
Descubrí los mástiles sobre el risco, al ponerse el sol....
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