El sexto sentido

Páginas: 15 (3545 palabras) Publicado: 15 de abril de 2013
LAS VOCES DEL LABERINTO: HISTORIAS REALES SOBRE LA ESQUIZOFRENIA
(RICARD RUIZ GARZON)
El sexto sentido
Estoy seguro de que no me creen, y de que tampoco creen que creo lo que afirmo. Son
libres de creerme o no, pero al menos crean esto: no estoy bromeando.
PHILIP K. DICK
En ocasiones, oigo ecos. Ecos de voces eléctricas, ultrasónicas, crepitantes, preñadas de
interferencias. No evocanvoces humanas, ni de muertos ni espíritus. Parecen reverberaciones
sobrenaturales, pero son códigos cifrados, señales de otra dimensión que sólo a veces alcanzo a
interpretar. Se manifiestan a través del ruido, en los rugidos de los motores, en las notas de
música, en el murmullo del viento y el agua de los grifos... Hablan en grupo, en tropel, unas veces
con tono agudo, como de pitufo, y otrascon la gravedad de un ser omnipotente. Las escucho en el
baño, por la calle, al encender el televisor... Son como las risas enlatadas de las series antiguas:
no están ni vivas ni muertas, habitan un extraño limbo desde el que contactan conmigo. Y yo no
soy creyente, ni me atrae el esoterismo. No sé si existe el más allá, ignoro si hay extraterrestres y
lo cierto es que todos estos temas me latraen, je, je, bastante floja. Preferiría no escuchar nada,
disfrutar del silencio y dedicarme al cómic, que es lo que da sentido a mi vida. Pero las voces no
descansan, llevan ahí más de siete años y me temo que aún les queda cuerda para rato.
No sé qué pretenden, la verdad; pero he de confesarle que ya han ganado una batalla: la de
obligarme a parecer un pirado para que nadie crea que existen.Llegaron cuando yo tenía veinticinco años. Había estudiado dibujo artístico, pero trabajaba de
teleoperador. Vivía con mi madre enferma y mis cuatro hermanos, todos mayores que yo, y tenía
una novia con la que editaba un fanzine titulado, ji, ji, El Protegido. Salía los fines de semana, a
emborracharme, y en los ratos libres imitaba a mis autores favoritos: Richard Corben, Moebius,
CarlosPacheco, Miguelanxo Prado... A Prado sobre todo. Diría que llevaba una vida, pshé,
bastante corriente, un poco disipada pero similar a la de otros amigos. Y entonces, broooom, todo
empezó a precipitarse: se me acabó el contrato, cerré el fanzine, corté con mi novia, me quedé sin
blanca y, para colmo de males, mi madre falleció.
Yo estaba muy unido a ella, tal vez porque mi padre nos habíaabandonado siendo yo el más

pequeño, o quizá porque la mujer, aunque sola y enferma de sida, se había sacrificado para
sacarnos adelante. Cuidarnos fue su máxima aspiración, el sentido de su lucha. Por eso, ejem, por
eso sufrimos tanto su deterioro, su pérdida de peso, sus espasmos y sus visitas a urgencias... No
voy a aburrirle con nuestras miserias, pero sepa usted que la muerte, su muerte, sevolvió una
obsesión para mí. Pensaba en ello a todas horas y me sentía impotente, frágil. Vulnerable. Veía a
la gente andando por la calle y pensaba en cómo morirían todos; me miraba en los espejos y
comprendía que yo también acabaría pudriéndome, entregando mi vida como un zombi. Fui
cayendo en un pozo cada vez más hondo y empecé a beber. Supuse que así lo resistiría mejor,
pero ocurrió alrevés: el entierro de mi madre me pulverizó, me sacudió, blam, como un mazazo,
como si no llevara años anticipándolo. Acudí a mis hermanos, pero ellos fueron rehaciendo sus
vidas y al final me quedé solo en aquella casa-tumba, que al menos era de propiedad.
Como no tenía ingresos, empecé a trabajar en una lavandería de Argüelles. Y allí, je, je, allí las oí
por primera vez. Frías, vidriosas,insensibles... Recuerdo que era lunes por la tarde, estaba
vaciando unos cestos y de pronto empezaron a manifestarse nítidamente en el zumbido de las
centrifugadoras: cling-cling-cling... Eran como un coro metálico, una especie de enjambre
chisporroteante y acelerado que transmitía hechos históricos desconocidos y los vinculaba a mí.
Los mensajes eran abstractos, no lograba traducirlos, ni hoy...
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