FILOSOFIA

Páginas: 8 (1767 palabras) Publicado: 23 de septiembre de 2014
Alcohol
Con el tráfico de la gente, paso un polizonte con el garrote en bandolera, el quepis bien calado, las manos en los bolsillos de los pantalones y el cuello abrigado por una bufanda; ver a Pinzón e írsele encima con el palo enarbolado, resuelto a levantarle brutalmente y a golpes si no evacuaba aquel sitio, todo fue uno; el pobre hombre, tiritando horriblemente con el frío nervioso de laborrachera pasada, pudo apenas incorporarse con el temor del castigo, con el miedo instintivo que el ebrio siente por el guardián del orden público. De fijo que volviera a caer, si este no le sostiene bruscamente, tales eran si debilidad y lo fuerte del temblor invencible que le acometiera. El policía resulto ser amigo de Pinzón; le reconoció y se brindó a conducirle a su casa, no sin propinarlesermón mayúsculo por el estado vergonzosísimo en que se encontraba.
-“¿Qué haces aquí, botado en el suelo, cual can muerto?”.
Se fueron los dos por la calle, lentamente, tropezando Pinzón a cada paso, amenazando caerse, sosteniéndose solo merced al fuerte abrazo del hombre que le servía de acompañante, el cual casi estaba en la precisión de llevarle en vilo. Llegaron a la calle dieciocho, dondeya empezaban a circular los carros del tranvía, entre nubes de polvo que levantaba un viento recio y ofensivo, y pronto estuvieron al pie de la colina del cielito. Allí era precioso, para llegar a la morada de Pinzón, subir por una gradería escarpada, ascender casi agarrándose, con peligro inminente de rodar al nomás poner un pie en falso. Subieron los dos, con todo, a costa de inauditosesfuerzos, como animales salvajes, haciendo movimientos funambulescos el caritativo policía para que Pinzón no rodara al suelo. Cuando llegaron a la cima, el cirineo había sudado la gota gorda y Pinzón se veía en términos de desmayarse, tal estaba de débil y de impotente, seguía le castañeteando la dentadura, cual si le hubiera acometido el baile de san Vito y con voz agónica que sonó como algo venido deotros mundos, como la voz de los difuntos que regresan, pidió que por amor de Dios le diesen un trago, se no querían que al punto cayese muerto.
En la puerta se encontraba Jerónima, la mujer de Pinzón, desgreñada como una demente, sucia casi tanto como su marido, hecha toda ella una inmundicia, vestida de andrajos pestilentes, mesándose los cabellos, dando señales vivísimas de inquietud y defalta de sosiego. Al verle llegar en aquella lamentabilísima facha y en tan grande estado de miseria, la pobre mujer se puso a dar de gritos, rompiendo en exclamaciones ya furibundas, ya elegíacas, que lentamente se escapaban de sus labios anémicos, como una letanía de lamentos y de injurias.
-“¡Jesús! ¡Como viene mi hombre! ¡Avemaría Purísima¡ ¡No le conocería la madre que le parió, al muyborracho, ladrón, deshollejaras, harto de ajos y de porquería! ¿Quién te puso en ese estado, bebedor impertinente, cuba de alcohol, boca de fuego? ¿Con quién te estuviste zángano de los demonios? Yo pensé que te hubieras muerto, o que te habían llevado a la cárcel; lo primero aun no fuera tan malo, haragán, inútil, barril de aguardiente… ¡Ah, maldito, maldito, maldito!...
Y su lúgubre queja resonó portoda la calle y atrajo a atención de los transeúntes: era el aullido de una animal que era el llanto de un ser infeliz que lloraba su miseria, que se sublevaba contra la impiedad estúpida del destino.
Pinzón gruñó, como se no la oyera; y de fijo que no la oía, con la mente perdida entre las brumas de lo imposible y de lo absurdo.
Luego entró; se dejó desplomar como pesadísima mole encima de unlecho miserable e infecto y, con su voz de fantasma, dejo otra vez que le trajeran un trago, si no querían verlo morir al punto. Era una plegaria ardiente y fervorosa, para que le dieran unas gotas de alcohol, para que le apaciguaran aquella sed horrible que le estrangulaba, aquel fuego ardorosísimo que le corroía las venas. Sentían mortales angustias y su miembros, flojos y lacios, se ponían a...
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