Fragmento del libro "juárez el impasible", de héctor pérez martínez.

Páginas: 9 (2095 palabras) Publicado: 7 de septiembre de 2012
Fragmento del libro "Juárez el impasible", de Héctor Pérez Martínez.
Un libro que no pueden perderse... Yo lo disfruté mucho, se los recomiendo...
La angina de pecho, que con más o menos crueldad ataca a otras personas –dice el doctor Ignacio
Alvarado, que atendió a Juárez en sus últimos momentos–, desplegó su más extraordinaria energía cuando tuvo que habérselas con un héroe, como si fueraun ser racional que comprendiera que, para luchar con éxito con aquella alma grande, era indispensable ser también grande en la crueldad.
Dos horas hacía apenas que estaba yo a su lado cuando la opresión del corazón con que empezó se transformó en dolores agudísimos y repentinos, los que veía yo, más bien los que adivinaba en la palidez de su semblante. Aquel hombre debía estar sufriendo laangustia mortal del que busca aire para respirar y no lo encuentra; del que siente que huye el suelo en que se apoya y teme caer; del que, en fin, está probando a la vez lo que es morir y seguir viviendo. La enfermedad se desarrolló por ataques sucesivos; los sufre en pie.
Vigorosa es la naturaleza, indómita su fuerza de voluntad, y aun desplegada toda ésta no le es dable sobreponerse por completo alas leyes físicas de la vida, y, al fin, tiene que reclinarse horizontalmente en su lecho para no desplomarse y
En un libro memorable y fundamental, Juárez el impasible, Héctor Pérez Martínez narra la dolorosa muerte de don Benito Juárez. Este relato tiene un gran sentido porque el gran mexicano fallece con una singular grandeza en medio de dolores inimaginables, de angina de pecho. Juárez supo quesu vida y obra serían ejemplares, él imaginaba que su ejemplo de dignidad, honradez y amor a la patria serían de utilidad para el pueblo mexicano.
Serían las once de la mañana de aquel luctuoso día, 18 de julio, cuando un nuevo calambre dolorosísimo del corazón lo obligó a arrojarse rápidamente al lecho; no se movía ya su pulso, el corazón latía débilmente; su semblante se demudó, cubriéndosede las sombras precursoras de la muerte, y en el lance tan supremo tuve que acudir, contra mi voluntad, a aplicarle un remedio muy cruel, pero eficaz: el agua hirviendo sobre la región del corazón. El señor Juárez se incorporó violentamente al sentir tan vivo dolor, y me dijo, con el aire del que hace notar a otra una torpeza:
–¡Me está usted quemando!
–Es intencional, señor; así lo necesitausted.
EI remedio produjo felizmente un efecto rápido, haciendo que el corazón tuviera energía para latir, y el que diez minutos antes era casi un cadáver, volvió a ser lo que era habitualmente: el caballero bien educado, el hombre amable y a la vez enérgico.
Parece que yo mismo estoy desmintiendo, con el hecho que acabo de relatar, esa fuerza de voluntad que lo caracterizaba, supuesto que no suposobreponerse al dolor de una quemadura; pero no es así, no; el dolor lo cogió de improviso, y su naturaleza, dejada a la influencia de las leyes físicas y sin el freno del espíritu, reaccionó como era necesario que reaccionara, en virtud de esas mismas leyes, con un fenómeno de los que llamamos reflejos; le sucedió lo que al valiente capitán que se demuda involuntariamente
Primer Presidente deMéxico de orígen indígena al escuchar los primeros disparos; la palidez de su semblante es un fenómeno reflejo que no está en su mano dominar, como no puede dominar la virgen tímida la rubicundez de su rostro al oír las primeras palabras de amor.
Después de este lance el alivio fué tan grande y tan prolongado que se pasaron cerca de dos horas sin que volviera el dolor; la familia se retiró alcomedor, y quedando yo solo en compañía suya, me relataba, a indicación mía, los episodios de su niñez, la protección que le había dispensado el señor cura de su pueblo, etcétera, etcétera, y cuando yo estaba más pendiente de sus labios, se interrumpió repentinamente, y clavando en mí fijamente su mirada, me dijo casi de modo imperativo:
– ¿Es mortal mi enfermedad?, ¿Qué contestar al amigo, al padre...
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