Frankeistein Educador- Philippe Merieu

Frankenstein educador
Philippe Meirieu

Ginebra conocerá, a comienzos del siglo XX, una formidable efervescencia intelectual en torno a las cuestiones pedagógicas. Esta va manteniéndose en el proscenio del escenario pedagógico: se convierte en la segunda patria de militantes pedagógicos del mundo entero; aloja una de las primeras instituciones dedicadasexplícitamente a trabajos sobre CIENCIAS DE LA EDUCACION; asiste, entre sus muros, a la experimentación pedagógica mas audaz; acoge a los universitarios de mas renombre en la psicología y reflexión educativas, el mas celebre de los cuales, evidentemente, el que otorgará definidamente a la ciudad sus carteas de nobleza en ese ámbito, es Jean Piaget.
Él, ardiente partidario de la filosofíanatural, confiado en las posibilidades de la técnica y en el dominio de la evolución humana gracias a los progresos de las ciencias, se trata de Víctor Frankenstein, nacido de la imaginación de una joven inglesa de 19 años, hija de ilustres intelectuales liberales británicos, mujer de un celebre poeta romántico, la cual se aburría con ganas, cierto verano lluvioso, mientras tras pasaba las vaciones enuna casa grande y triste junto al lago Léman. El proyecto de concurso literario que organizo con sus amigos no dio frutos numerosos: solo Mary Shelley escribió un texto, un texto muy diferente de las novelas góticas, llamativamente sobrio y tan poderoso que su lectura deja, por largo tiempo, una extraña sensación de malestar. Un texto cuya importancia literaria desborda, con mucho, su calidadliteraria; un texto que ha dado pie a tantas variantes teatrales y cinematográficas que hoy son pocos, en el planeta, aquellos a quienes no dice nada el nombre de Frankenstein.
Partiendo de ese extraño personaje y de su historia nos propone reflexionar sobre la educación y no cabe duda que Frankenstein se ha convertido en un mito.
Frankenstein es, en realidad, el mito mas significativo del que es,fuera de duda, el interrogante fundamental del pedagogo que se replantea una y otra vez la pregunta punzante del niño que se interroga sobre sus orígenes. Él hace un hombre, es decir, lo fabrica. Y su acto le aterra tanto que cae en postración y abandona a su suerte al ser innominado.
Frankenstein es, pues, el hombre encarada a la llegada de otro, empezamos por sostener antes de tener que cargar conellas. Hemos hecho un niño u queremos hacer de él un hombre libre… ¡como si fuese fácil! Porque, si se le hace, no será libre, o al menos no lo será de veras; y, si es libre, escapara inevitablemente a la voluntad y a las veleidades de fabricación de su educador. Fabricar un hombre, si pensamos en ellos, es ya tremendo como formulación. Vulnera la constitución misma de nuestra humanidadoriginaria, vulnera aquello que hace que no tengamos derecho a alienar nuestro propio cuerpo ni a desenterrar un cadáver en un cementerio. Fabricar un hombre es una tarea insensata, lo sabemos bien, es también una tarea cotidiana, la de cada vez que nos proponemos construir un sujeto sumando conocimientos o hacer un alumno apilando saberes.
Y eso es lo que nos desvela el mito de Frankenstein: nos enfrentaa lo que podríamos considerar el núcleo duro de la aventura educativa. Tiene que ver con una realidad que esta más acá de todo lo que configura, en un momento dado y en una sociedad dada, las condiciones particulares del acto educativo: el entorno familiar y su estructura, el peso y las funciones de una institución formativa como es la institución escolar, los problemas de los métodos pedagógicosy las cuestiones ideológicas en torno a las cuales se organiza el debate mediático sobre la educación. Es decisivo informarse de las condiciones psicológicas que favorecen tal o cual aprendizaje, con objeto de construir dispositivos didácticos adaptados… Pero aunque todo eso nos fuese ya conocido, aunque hubiéramos tomado la medida de todas esas evoluciones y adquirido todos los conocimientos...