Gorodischer, Angélica - Vidas Privadas

Páginas: 20 (4753 palabras) Publicado: 6 de marzo de 2013
VIDAS PRIVADAS



—¿Ya vio a sus nuevos vecinos? —me preguntó.
—No —dije, esperaba que con la suficiente brusquedad como para desalentar el diálogo.
Vieja víbora. Cada vez que me veía intentaba iniciar una conversación. Hasta me parece que vigilaba mis horas de salida para acercarse a decirme algo. No las de llegada por suerte, porque vuelvo tarde del estudio y a esa horaella ya había hecho la limpieza de los paliers, la escalera y el hall de entrada y se había ido.
Fue lo único que no me gustó del edificio. Todo lo demás es perfecto y lo supe en cuanto lo vi. Es un art déco muy gris, muy blanco y negro de los años treinta. A los lados de la puerta hay dos locales, una papelería y la oficina de un contador. En el primer piso, uno de los departamentos estáalquilado por tres psicólogos y el otro por dos abogados. Todos tienen horas de consulta a la tarde cuando yo no estoy y se van cuando yo llego. Apenas si veo a alguien muy de tarde en tarde, buenas noches, buenas noches, qué frío, o qué calor hace, sí es cierto, qué barbaridad, adiós.
Segundo piso, dos departamentos, el mío y otro igual al mío pero desocupado. No tardé ni diez minutos endecirle al de la inmobiliaria que sí, que lo compraba. Cómo habrá sido que me sugirió que diera otra recorrida y volviera a mirarlo bien, sanitarios, pisos, zócalos, esas cosas. No me acuerdo si le hice caso o no: ya lo había decidido.
Me mudé tres semanas después, cuando entregué el departamento en el que había estado viviendo y cuando terminaron de pintar y hacer algunos arreglos en elnuevo. Y ahí me encontré con la vieja víbora que intentaba saber quién era yo, cómo me llamaba, de qué me ocupaba, con quién vivía, qué edad tenía, en dónde trabajaba, cuánto ganaba, si tenía auto y todo otro dato para compartir, supongo, con alguna congénere bífida del barrio. Nunca le di el gusto y terminé por acostumbrarme a desairarla. Tengo que reconocer que no se desanimaba así nomás, pero llegóun momento en el que dejó de molestarme y nos limitamos a los buenos días.
Hacía más de dos años que vivía ahí cuando se ocupó el otro departamento, el del segundo piso al lado del mío. Confieso que ni me enteré de que tenía vecinos hasta que no vi el reflejo de la luz del comedor. Supuse que era el comedor porque los dos departamentos son idénticos sólo que al revés, como suele suceder.También confieso que sentí cierto desánimo. Había sido una casa sosegada, silenciosa, tranquila a más no poder. Cuando yo salía para el estudio la papelería estaba cerrada y el escritorio del contador también. En el primer piso no había nadie, y la vieja víbora solía estar barriendo la vereda. Cuando yo volvía la papelería estaba abierta, cosa que me venía muy bien por si necesitaba algo, elescritorio del contador a veces también pero por poco rato, y en el primer piso ya no quedaba gente. Y la vieja, Dios sea loado, se había ido hacía mucho. Los fines de semana el edificio era todo mío, cosa que no me inquietaba en absoluto, al contrario. Podía poner música, ver alguna película por televisión, escuchar la radio, y hasta podía dedicarme a cosas más extravagantes como cantar, hacer tapdance, organizar fiestas negras, deslizarme en patineta por el living, romper los platos contra las paredes, levantar pesas, saltar a la cuerda. Por supuesto que nunca hice esas cosas extravagantes pero podría haberlas hecho.
Pensé en todo lo que podría haber hecho y no hice y ya no haría porque tenía vecinos a quienes considerar, cuando supe que había alguien en el departamento de al lado. Ycomo suele sucederle a la gente y más a una persona como yo que ama la privacidad, empecé a prestar atención a los ruidos.
En primer lugar era raro que se oyeran ruidos de manera que tenía que acostumbrarme; y en segundo lugar, no sé si para eso, para acostumbrarme, o por pura curiosidad, quería saber a qué obedecían los ruidos, si eran voces, pasos, cacerolas en la cocina, libros en el...
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