Grado en pedagogía

EL CASO DE PACO

Si dos cursos atrás, cuando sólo llevaba unas semanas en el centro, alguien me hubiera dicho que pronto yo presidiría la reunión del Claustro de Profesores, habría soltado una carcajada. Porque nada podía parecerme más lejano, dadas las dificultades que había experimentado desde mi llegada al Centro para integrarme en él. Jesús, que entonces llevaba siete años ejerciendo comodirector, me saludó cordialmente en su despacho el día de mi llegada. Era la misma pequeña habitación que yo ocupo ahora, pero amueblada con una vieja mesa de escritorio, con su sillón y dos butacas dispuestas lateralmente, lo cual hacía incómoda la conversación; también estaba allí la vitrina de los trofeos, que me enseñó orgulloso uno a uno; y por toda decoración, un calendario sobre una de lasparedes. Durante nuestros veinte minutos de conversación, llamaron a la puerta en diferentes ocasiones, dos compañeros a los que fui presentado. A continuación me llevó a conocer el centro y me presentó a los demás compañeros a medida que los encontrábamos en el pasillo o incluso entrando en algunas clases que él seleccionaba. Yo pensé que entraba con buen pie en mi nuevo centro y que el ambienteera agradable y cordial, pero en los días siguientes empecé a notar que mi trabajo se desarrollaba en la más absoluta soledad. Yo acudía a la sala de profesores en los recreos y después de la jornada, pero allí no acudía prácticamente nadie: los compañeros tomaban café en pequeños grupos en los bares de los alrededores y ninguno me sugirió acompañarle durante la primera semana, a excepción delDirector, que fue adquiriendo la costumbre de pasar a recogerme en compañía de Juan Manuel, el Secretario. Me sorprendía que sólo me buscaran a mí, que era el último en llegar, para el café; pero no percibía ningún conflicto aparente entre el Director y los profesores que motivara esta situación. Me dio que pensar el comentario que me hizo Adela, educadora en el centro que siempre parece estar bieninformada de lo que sucede dentro y fuera de él. Al final de una consulta que le hice sobre el comportamiento de un niño que me preocupaba le sugerí que tomáramos juntos un café, pero ella me respondió “No, no, cada uno en su sitio y la gente importante con la gente importante” mientras se alejaba con una sonrisa burlona dejándome plantado en medio del pasillo. En aquél momento pensé si hacíaalusión a mi anterior destino como asesor en el Centro de Profesorado de La Sierra o a mi título de licenciado en Ciencias de la Educación, pero no le di mayor importancia. El caso es que, desde que acudía con ellos a tomar café, los tímidos progresos que había empezado a realizar en mis relaciones sociales cayeron en saco roto, mientras notaba que un muro de indiferencia me separaba cada vez más de miscompañeros.
Así fue todo hasta que ocurrió algo que cambió el curso de los acontecimientos. Un día se me ocurrió sugerir en presencia de Jesús, de Juan Manuel y de otros dos profesores que quizás fuera bueno que Adela participara en las reuniones del Claustro de profesores, aunque fuera sin voto. Jesús me respondió que no se me ocurriera ni plantearlo. No me lo dijo de forma desagradable, perocreí que no debía dejar pasar la oportunidad para manifestar que era muy libre de defender mis opiniones donde creyera oportuno. Bueno, pues eso sí que molestó a Jesús, que a continuación elevó el tono de la voz para recordarme que él era el Director y que yo debía tener en cuenta lo que él decía. Juan Manuel trató de mediar desviando el curso de la conversación y eso impidió que la situaciónempeorara, pero nuestra relación cambió radicalmente a partir del incidente. El caso es que a los pocos días me encontraba desayunando con un grupo de profesores entre los que estaban los dos que estuvieron presentes en mi abrupta conversación con el Director. Y ni yo mismo me dado cuenta cómo poco a poco se ha ido formando la idea entre un cierto grupo de que yo debía presentar mi candidatura en las...