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EL RESTO ES SILENCIO: UNA NOVELA POSMODERNA



Colombia como el desierto posmoderno

No se sabe hasta qué punto de nuestra historia reciente hemos vivido engañados al creer que sobrepasamos la modernidad, cuando apenas lo que hacemos es adentrarnos en su crisis, en sus últimos días en letargo a los que hemos llamado posmodernidad. Los equívocos ideales de progreso llevados al extremo:centros comerciales innecesarios atestando los lugares más inocentes de nuestras ciudades, y dentro de estos, parques artificiales en cuyo césped se sientan las familias a lamer el helado de la desilusión. El crédito que sustituye al ahorro; la compra acelerada de electrodomésticos y otros utensilios como celulares que son reemplazados al menor suspiro porque la palabra obsoleto significa pasado demoda, son solo algunos síntomas de la enfermedad que padece la mente humana, en vísperas de un colapso definitivo.

Si como afirma Gilles Lipovetsky[1], “El marasmo posmoderno es el resultado de la hipertrofia de una cultura cuyo objetivo es la negación de cualquier orden estable,” cuando Colombia entró en la violencia, entró en la posmodernidad. La desestimación de la vida humana por parte dequienes la aniquilan, y de quienes ven hacerlo con los brazos cruzados. Los masacres continuas, los complots de poder, los diversos grupos armados que más allá de defender una causa nacional, como otrora, lo que hacen actualmente es defender a las ideas de un individuo o de unos pocos, y la ceguedad de la delincuencia común que mata por ver morir o por defender un territorio invisible, entre tantosfactores, es decir, tanta ingeniosidad para echar a andar la criminalidad vestida de mil formas y colores, y usando diversas máscaras como dentro de un carnaval, estimula que a los colombianos ya no nos apetezca preocuparnos por la historia ni por la suerte de la otredad, más que por la satisfacción personal, a saber que estamos acostumbrados al miedo, tanto que ya ni siquiera estamos al corrientede que lo tenemos dentro adondequiera que vamos.

Ignoramos también quiénes son nuestros propios vecinos. Si, como a veces ocurre, las preocupaciones de nuestros familiares no nos atañen porque no están dentro de las nuestras, o porque nuestra falta de tiempo para compartir nos impide conocerlas, no es de extrañarse que no sepamos qué necesitan, qué piensan, cómo viven y cómo mueren losdesconocidos de esta enorme vecindad repartida en treinta y dos departamentos. De la misma forma, con la ayuda de las redes sociales en nuestro tiempo se facilita el apoyo a los demás cuando han caído en desgracia, sin embargo, se trata de un apoyo que no traspasa las palabras, y que cuando lo hace y va a los hechos como marchas, huelgas y sensibilización, no deja de ser efímero. A este fenómeno tambiénLipovetsky de una manera sensata pero cruel por lo que denuncia da el nombre de posmodernidad:

En este caso, ¿cómo comprender la acción de los partidos, de los sindicatos, de la información que no cesan, al parecer, de combatir la apatía y para ello, sensibilizan, movilizan, informan en todas direcciones? ¿Por qué un sistema cuyo funcionamiento exige la indiferencia se esfuerzacontinuamente en hacer participar, en educar, en interesar? ¿Contradicción del sistema? Mucho más, simulacro de contradicción por cuanto son precisamente esas organizaciones las que producen la apatía de masas y ello, directamente, por su misma forma; sería inútil imaginar planes maquiavélicos, su trabajo lo consigue sin mediación.[2]

Ahora, a mi modo de ver, si hay una novela que abarca la teoría sobreindividualismo contemporáneo y posmodernidad que aborda La era del vacío, retomando la historia colombiana desde la violencia hasta nuestros días, es El resto es silencio. Pues según Carlos Perozzo, para sortear los peligros de la mala suerte de vivir, para sobrevivir a los artilugios funestos de la crueldad, hay que ser indestructible:

Por dentro y por fuera. En los extramuros en la...