Historias

¿Alguna vez has sentido como tu alma grita un poco más fuerte y te hace saber su deseo, de no extralimitarse a sólo estar allí, casi inerte dentro de ti, sino que quiere salir y ser, así sea por un par de segundos libre, un alma completa y sencillamente libre?

No, ¿por qué? -respondiste.

Me gustan tus respuestas ¿sabes?, me fascina en especial ese toque de discordia que se asoma en cadaletra pronunciada, esa magnífica apatía que sólo tú puedes crear al decir una pequeña frase. Nunca te lo había dicho, mi vida, pero es lo que más amo de ti.

Porque creo que tu no las escuchas, pero yo sí, y es incesante. -Dije finalmente.

¿Qué?, tu siempre con tus historias de mierda. Deja de hablar pendejadas. El alma no habla, el alma es una culada.

Sí, eso dijiste, o bueno, eso escuchéque salía de tus labios y llegaba a mis oídos. Eso exhalaste mientras bebías una taza de café y leías el diario sobre el sofá. Eso lo desató todo.
No creo que lo recuerdes muy bien, principalmente porque tu mundo a veces te atrapaba y no tenías control de la realidad. De ésa forma te encontrabas ésa mañana; distante, seco...En fin, eras tú mismo.

Como sé que es cierto, y no, efectivamente no lorecuerdas, te ayudaré. Como todo, lo haré por ti.

El grado casi inmedible de ira que se acumuló en mi cerebro al oír tu respuesta, fue el mismo que había estado dormido y apacible, por más de 23 años. Y después de ese episodio, todo fue tu culpa, yo no fui más yo.

Cogí un cuchillo, era el más afilado, era el más asequible. Lo guardé dentro de la manga de mi saco para que no notarasque...Bueno, lo que vendría luego. Aunque no sé ni por qué pensé que te darías cuenta, amor, si tú nunca lo haces; a ti simplemente no te importa un culo lo que hago, o eso es lo que sueles decir.

Y bien, recuerdo cómo lucías, llevabas tu pantalón beige (mi favorito), la camisa que habías comprado el verano pasado en París, esa que contrastaba perfecto por sus raras mezclas de azul con tu pantalón. Unacorta chaqueta café y unos zapatos del mismo color, todo hacía juego, todo te quedaba, todo me gustaba de ti, aquél día.

Te pedí el favor de ir a comprar una botella de vino blanco para poder preparar tu plato favorito: Cordero al vino blanco. Te encantaba, y hoy más que nunca, yo quería que fueras feliz, yo quería satisfacerte hasta en eso, un plato de comida insignificante para mí.Finalmente accediste a regañadientes y te fuiste. ¿Lo notabas tanto como yo, mi cielo? si...Todo se daba, todo se arreglaba para ese momento.

Ya cuando no estuviste, pensé en dónde sucedería todo, dónde terminaría con tu vida. ¿En el sillón? ¿en el estudio? ¿en nuestra habitación? ¿el el medio del hall? no...Todo eso resultaba vulgar y sin sentido, tu no merecías eso. No supe...No supe...¡Sí! lo tengo,te mataré en la cocina. Te oí subir las escaleras y...llegar.

Toma -dijiste- mientras tirabas la botella cerca al fregadero.

-Siento que hoy quedará mejor que nunca, no sé por qué, pero así será. Hoy tengo un nuevo truco.

-Mujer, no te engañes, nunca te ha quedado bien, y dudo mucho que hoy sea la excepción. Luego reíste.
Puto; eres un puto, pensé, pero no dije nada. Yo me limité a reírcomo tú, esperando a ver tu rostro en el momento que sacara a flote el secreto de mi nuevo gran truco.

Pasaron treinta minutos. Te llamé para que me ayudaras a llevar los platos a la mesa. Llegaste a la cocina y te vi, ¡estabas tan radiante!, te acercaste, tomé tu brazo, era fuerte, era el de todo un hombre, como solías decir frente al espejo. Me miraste extrañado, pero no dijiste nada. Tebesé; y tu ni te inmutaste, sólo cogiste uno de los platos y seguiste. Saqué el cuchillo de mi saco y lo enterré en tu espalda.

Recuerdo la concordancia de sonidos, tu caída con la ruptura del plato hicieron música. entonces te volteaste y miraste directo a mis ojos como nunca, como intentando sacar un porqué de ellos.

Me arrodillé a tu izquierda, tomé tu cara con una mano y te besé de nuevo....