informe

La búsqueda de la verdad
Por Samuel Castro
Una mujer elegante y bien vestida es asesinada en el metro de Washington, aunque la prensa piensa que se suicidó. Un raterito insignificante es baleado por un asesino profesional que además se ve obligado a disparar contra un ciclista incauto que pasaba por el lugar. La prensa, representada por el redactor de crónica roja Cal McAffrey, también se hacepresente en la escena del crimen. Los espectadores —porque estamos viendo una película— sabemos que ambos crímenes están relacionados. Pero el periodista no tiene por qué sospecharlo y nos va a entretener mucho atando cabos, esos cabos pequeños que toda gran conspiración deja a su paso: un papel que alguien no leyó, una grabación clandestina, un cadáver insepulto.
El periodismo escrito no estáviviendo sus mejores horas. No pasa un día sin que alguien sentencie la muerte de los diarios como los conocemos. Y la prueba está en que ya no son populares las películas que se desarrollan en las salas de redacción, como lo fueron en algún momento de los años setenta, cuando todavía era cierto que un par de periodistas bien informados podían hacer renunciar a un presidente (hoy ni siquiera lamitad de un país medio informado puede hacer que un presidente no crea que es el Mesías). Pero Cal McAffrey, el personaje central de State of play aún tiene fe en la investigación tradicional, en la cercanía con todo tipo de fuentes, en que la verdad detrás de la noticia se esconde en algún lugar muy lejos de su sala de redacción.
Los problemas comienzan a aparecer cuando al crimen se vincula uno desus mejores amigos, el senador Stephen Collins, el jefe y el amante de la mujer que muere al comienzo de la película, quien ve cómo su promisoria carrera política camina por la cuerda floja, gracias a una prensa que lo acaba de nombrar el malvado del mes. Tanta presión lo obliga a refugiarse en la casa de Cal, aún cuando llevan años sin hablarse porque McAffrey también tuvo un enredo sentimentalcon la esposa del senador.
La historia no sólo parece compleja: realmente lo es. Ni siquiera hemos mencionado a la bloguera política del diario donde trabaja Cal, que deberá a aprender que en periodismo no siempre informar primero es informar mejor. O a la esposa del senador que debe mostrar cara de dignidad frente a los medios para que éstos crean que ha perdonado la infidelidad de su marido. Oal senador George Fergus, jefe de bancada de su partido, que recomendó a la asistente asesinada por algo más que buenas intenciones. O a Dominic Foy, el fantástico personaje que arma Jason Bateman y que se roba la película en los minutos que aparece. O a la editora en jefe que se debate entre la necesidad desesperada de vender que tiene su periódico y la pasión por develar un escándalo aún mayorque el de un simple affaire inapropiado.
Cuando en la publicidad de una película norteamericana utilizan el nombre del guionista como uno de los motivos para verla, es que algo tiene su escritura para destacarse. Pasó con Charlie Kaufman y sus fantasías brillantes y únicas. Pasa en esta ocasión con Tony Gilroy, el mismo que le dio a la saga de Jason Bourne una profundidad que hacía mucho no teníauna película de acción y espías y que hizo de Michael Clayton una de las mejores historias de 2007. Sólo un guionista como él (acompañado por otros nombres destacables, como Matthew Michael Carnahan, el escritor de The kingdom), especializado en crear historias llenas de personajes memorables, podía condensar en dos horas la trama de la serie inglesa en que se basa State of play, adaptarla alescenario de la política norteamericana y crear una maraña compleja y sólida, evitando que el espectador sienta cansancio o confusión. El arte del guión es lograr que los parlamentos logren desnudar el alma de quien los pronuncia, mientras aportan datos a la trama principal, sin que parezca que vemos a muñecos de ventrílocuo recitando chistes dictados. Y en esta película, a pesar de las demasiadas...