José Martí, Ensayo

I. Introducción

En la América de habla hispana, la Isla de Cuba fue el último de los países que, en el siglo XIX, se independizó del régimen colonial. Del que España, que estas tierras nuestras tardaron más de trescientos años en lograrlo. Cuba iba a hacerlo, por fin, gracias a la prédica incansable, proselitista de un muchacho poeta nacido en la Cuba española. Era un moralista,desdoblado por necesidad en guerrero. Por eso dijo: “Antes quiero yo hacer colección de mis obras que de mis versos”, y creyó en la guerra justa. José Julián Martí y Pérez nació en La Habana en 28 de Enero de 1853, hijo de un celador de policía, Mariano Martí y Navarro, valenciano, y de Leonor Pérez, canaria.
Desde muy joven siente la necesidad de expresarse contra el régimen y paga lasconsecuencias. Con sólo diecisiete años es recluido en el penal donde purga su delito de haber escrito junto con otros escolares una hoja insolente para el régimen.
Acaso antes de que le brillara la primera luz de la razón había decidido su destino: con las primeras tormentas del sentimiento, en la infancia, donde pudo mirar de cerca las penurias del campesino y del negro frente al poder central. Poreso en la Isla de Pinos, adonde lo trasladan enfermo e indultado después de cinco meses de prisión, tuvo tiempo el solitario, en el lapso que lo preparaba para su destierro, no para arrepentirse sino para hincar aún más su voluntad en el designio de un libertador de su pueblo.
Guatemala sería, como antes lo había sido México y más tarde Venezuela, y en los viajes de preparaciónrevolucionaria Costa Rica, Santo Domingo y Haití, la cantera real – junto a la ideal que representaba para él la gran familia de pueblos- de donde sacaría su concepto, que en este sentido unamuniano era sentimiento, de nuestra América, “porque es la que sufre más”.
José Martí brilla como poeta y como patriota. Es que en él las dos actividades van juntas y es imposible desligarlas; es por eso que, enla historia de la literatura en América, se confunde su figura de iniciador del Modernismo, que rompería con su singularidad los moldes de la escuela romántica, con la de un agitador político, como la quieren ver los más comprometidos con el pasado o con la de un libertador de nuevo cuño, en los que verán siempre en él no a un retórico de meras palabras, sino a un poeta en actos, como lo queso sery lo fue.
Pero no hay modo de comprenderlo sino viéndolo vivir, aceptando el peso de sus palabras que, en la poesía o en la crónica, traducen y comprometen, nunca distraído, al hombre cuya meta principal no fue producir una revolución en las letras, sino en la historia.
Era Martí de temperamento nervioso, delgado, de ojos vivaces y bondadosos. Su palabra suave y delicada en el tratofamiliar, cambiaba su raso y blandura en la tribuna por los violentos cobres oratorios. Era orador, y orador de gran influencia. Arrastraba muchedumbres. Su vida fue un combate. Su cultura era proverbial; su honra, intacta y cristalina. Quien se acercó a él se retiró admirándole.
Era un hombre de una gran vida interior y debió extrovertirse constantemente, forzado por la índole excepcionalde sus luchas cotidianas, y dispersarse en una multitud de direcciones, pero ante todo era fundamentalmente un poeta, un poeta revelador, es decir, un creador y descubridor de mundos interiores y de preciosos matices del alma humana y de la naturaleza.
La imagen de Martí libertador cubre la imagen del Martí poeta, del luchador que pocas veces o casi nunca tuvo la oportunidad de esmerarseen el trabajo demorado del verso o en el remodelamiento de las líneas nacidas en el afiebrado intervalo de un discurso o en una reunión revolucionaria. Protagonizó el más fervoroso culto a la libertad, y lo hizo de las dos maneras únicas que él podía hacerlo: como organizador de la penúltima gran revolución cubana y como intérprete de las hondas aspiraciones humanas a la libertad, en su poesía...