La condicion humana

Páginas: 367 (91668 palabras) Publicado: 29 de noviembre de 2011
LA CONDICIÓN HUMANA
(La condition humaine, 1933)

André Malraux

ÍNDICE
Parte Primera
21 de marzo de 1927
12 y media de la noche 3
Una de la mañana 5
4 de la mañana 23
4 y media de la mañana 29
Parte Segunda
22 de marzo
11 de la mañana 33
Una de la tarde 37
5 de la tarde 44
Al día, siguiente, a las 4 50
Parte Tercera
29 de marzo
29 de marzo 55
Parte Cuarta
11 de abril
12 ymedia 66
Las tres 77
3 y media 84
Las seis 87
10 y media 96
Parte Quinta
Las 11 y 15 98
Las 11 y 30 102
12 de la noche 104
Una y media 106
Las cinco 111
Parte Sexta
Las diez 115
Las cuatro 119
Las seis 122
Al día siguiente 128
Parte Séptima
París, julio 130
Kobe 135
A Eddy Du Perron

Parte Primera

21 de marzo de 1927

12 Y MEDIA DE LA NOCHE

¿Intentaría Chenlevantar el mosquitero? ¿Golpearía a través de él? La angustia le retorcía el estómago. Conocía su propia firmeza; pero sólo era capaz, en aquel instante,, de pensarlo con el embrutecimiento, fascinado por aquel montón de muselina blanca que caía desde el techo sobre un cuerpo menos visible que una sombra y de donde emergía sólo aquel pie medio inclinado por el sueño, vivo, no obstante, de la carne dehombre. La única luz procedía del building vecino; un gran rectángulo pálido de electricidad, cortado por los barrotes de la ventana, uno de los cuales rayaba el lecho precisamente por debajo del pie, como para acentuarle el volumen y la vida. Cuatro o cinco claxons sonaron a la vez. ¿Descubierto? ¡Combatir, combatir con enemigos que se defienden, con enemigos despiertos, qué liberación!
La olade estruendo decreció: algún estrépito de carruajes –todavía había estrépito de carruajes allá, en el mundo de los hombres... –. Volvió a verse frente a la gran mancha blanca de la muselina y del rectángulo de luz, inmóviles en aquella noche en que el tiempo había dejado de existir.
Se repetía que aquel hombre debía morir. Tontamente, porque él sabía que lo mataría, capturado o no, ejecutado ono, poco importaba. Sólo existía aquel pie, aquel hombre al que debía herir sin que se defendiese, porque, si llegara a defenderse, llamaría.
Parpadeando, nauseado, Chen descubría en sí, no el combatiente que esperaba, sino a un sacrificador. Y no sólo ante los dioses que había elegido; bajo su sacrificio a la revolución surgía un mundo de profundidades, ante el cual aquella noche agobiada deangustia no era más que claridad. «Asesinar no es sólo matar, ¡ay!...» En los bolsillos, sus manos vacilantes empuñaban, la derecha, una navaja de afeitar cerrada y, la izquierda, un puñal corto. Los escondía lo más posible, como si la noche no bastase para ocultar sus movimientos. La navaja era más segura; pero Chen comprendía que no podría servirse de ella; el puñal le repugnaba menos. Soltó lanavaja, cuyo dorso penetraba en sus dedos crispados; el puñal se hallaba desnudo en su bolsillo, sin vaina. Lo hizo pasar a su mano derecha, dejando caer la izquierda sobre la lana de su tricota, donde quedó adherida. Levantó ligeramente el brazo derecho, estupefacto ante el silencio que seguía rodeándole, como si su ademán hubiera debido soltar el resorte de una caída. Pero no; no pasaba nada:seguía siendo él quien tenía que obrar.
Aquel pie vivía, como un animal dormido. ¿Terminaba en él un cuerpo? «¿Pero es que me vuelvo loco?» Había que ver aquel cuerpo. Verlo; ver aquella cabeza; para ello entrar en la luz; dejar que pasase sobre el lecho su abultada sombra. ¿Cuál era la resistencia de la carne? Convulsivamente, Chen se hundió el puñal en el brazo izquierdo. El dolor (ya no era capazde pensar en aquel brazo suyo), la idea del suplicio seguro si el durmiente despertaba, le libertaron por un segundo: el suplicio era preferible a aquella atmósfera de locura. Se acercó. Aquél era el hombre que había visto, dos horas antes, en plena luz. El pie, que casi rozaba el pantalón de Chen, giró de pronto, como una llave, y volvió a su primitiva posición en la noche tranquila. Quizá el...
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