La justicia como virtud alasdair
Cuando Aristóteles alabó la justicia como primera virtud de la vida política, quiso sugerir que la comunidad que careciera de acuer-do práctico acerca del concepto de justicia debía carecer también debase necesaria para la comunidad política. La carencia de tal basedebe por tanto amenazar a nuestra sociedad. Pues el resultado de lahistoria,algunos de cuyos aspectos he apuntado en el capítulo prece-dente, no ha sido sólo la incapacidad de acuerdo acerca de un catálogode las virtudes, ni sólo la incapacidad más undamental de acuerdoacerca de la importancia relativa de los conceptos de virtud dentro deun esquema moral donde también tienen un puesto clave las nocio-nes de derecho y utilidad. Ha sido sobre todo la incapacidad de estardeacuerdo acerca del contenido y carácter de las virtudes concretas.Puesto que la virtud se entiende por lo general como la disposicióno sentimiento que producirá en nosotros la obediencia a ciertas re-glas, el acuerdo sobre cuáles sean las reglas pertinentes será siempreuna condición previa del acuerdo sobre la naturaleza y contenido deuna virtud concreta. Pero, como ya he subrayado en la primerapartede este libro, el previo acuerdo acerca de las reglas es algo que nues-tra cultura individualista no puede asegurar. En parte alguna esto semaniesta más y tampoco en parte alguna tiene consecuencias másamenazadoras que en el caso de la justicia. La vida cotidiana está in- vadida por disputas básicas que no pueden ser racionalmente resuel-tas. Consideremos una de tales controversias, endémica enla políticade los Estados Unidos bajo la orma de debate entre dos personajesideales típicos a los que en un alarde de imaginación llamaremos «A»y «B»,Digamos que A tiene una tienda, o es policía, o trabaja en la cons-trucción; ha luchado y ahorrado para comprar una casa pequeña, en-
viar a sus hijos a la academia de la localidad y pagar un seguro médi-co para sus padres. Ahora encuentra todossus proyectos amenazadospor el aumento de los impuestos. Le parece que esta amenaza a susproyectos es injusta; pretende que tiene derecho a lo que ha ganado y que nadie tiene derecho a llevarse lo que ha adquirido legítimamen-te y posee a justo título. Vota a candidatos políticos que deendan supropiedad, sus proyectos y su concepto de la justicia.B, que puede ser un miembro de una proesiónliberal, un trabaja-dor social o alguien que ha heredado cierto bienestar, está impresio-nado por la arbitrariedad y desigualdad de la distribución de la rique-za, los ingresos y las oportunidades. Está todavía más impresionadopor la incapacidad de los pobres y los marginados para poner remedioa su propia situación, debido a las desigualdades en la distribución delpoder. Considera que ambos tipos dedesigualdad son injustos y en-gendran gradualmente más injusticia. En general cree que toda des-igualdad es injusticada y que la única actitud posible ante ella es lamejora de la condición de los pobres y los marginados, por ejemplo,omentando el crecimiento económico. Lo cual le lleva a la conclusiónde que en las circunstancias actuales la redistribución por medio delos impuestos nanciaría elbienestar y los servicios sociales que la justicia exige. Vota a candidatos políticos que deendan un sistemascal redistributivo y su concepto de la justicia.Parece claro que, en las circunstancias reales de nuestro orden so-cial y político, A y B no estarán de acuerdo acerca de la política ni delos políticos. Pero ¿deben estar en desacuerdo? La respuesta pareceser que, dadas ciertas condicioneseconómicas, su desacuerdo no hade maniestarse necesariamente a nivel de conicto político. Si A y Bpertenecieran a una sociedad cuyos recursos económicos ueran ta-les, o al menos se juzgaran tales, que los proyectos de redistribuciónimpositiva de B pudieran llevarse a cabo por lo menos hasta ciertopunto sin amenazar los proyectos privados de A, entonces A y B po-
drían votar a los mismos...
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