La leyenda de los volcanes
Las tropas aztecas regresaban de la guerra, pero no sonaban en su recibimiento ni los tambores ni las caracolas. Ni siquiera el sonido de las chirimías podía percibirseen el inmenso valle del Anáhuac. Aquellas milicias llegaban de nuevo a casa, esta vez derrotadas y considerablemente disminuidas en número.
Los guerreros cargaban los escudos rotos, los penachosdestrozados y llevaban las ropas convertidas en harapos ensangrentados. De nada había servido la valiente lucha sostenida durante todo aquel tiempo, ni las artes de combate aprendidas en el Tepochcalli(Academia de la Guerra), ya que volvían derrotados y vacíos de éxito.
Al frente de la desmoralizada expedición iba un guerrero azteca que, pese a lo desgarrado de sus vestiduras y a lo desaliñado de supenacho de plumas de varios colores, conservaba su plante, su altivez y el orgullo de su raza. Todos los demás guerreros ocultaban sus rostros en señal de vergüenza, y las mujeres que los habíanesperado no dejaban de llorar mientras corrían a esconder a sus hijos para que no vieran semejante espectáculo deshonroso.
Solo una mujer, Xochiquetzal (Hermosa Flor), no soltaba ni una lagrima. Veíafascinada al bravo guerrero que con su porte quería demostrar que había luchado sin dar tregua contra un enemigo superior en número, y que no se avergonzaba de la derrota.
Cuando las miradas de ambos secruzaron, Xochiquetzal palideció al sentir que los vivaces y oscuros ojos del guerrero penetraban los suyos. Sintió que se marchitaba de improviso porque aquel guerrero era su amado y le habíaprometido amor eterno.
Entonces ella volteó furiosa hacia el tlaxcalteca con el que se había casado una semana antes. Él la había engañado diciéndole que el guerrero azteca con quien estaba comprometidahabía muerto en combate, y Xochiquetzal ahora comprobaba que todavía estaba vivo. Le gritó furiosa a su marido, que ocasionó que este la siguiera.
En el lago de Texcoco, el guerrero azteca vio como la...
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