la silla del aguila

Páginas: 10 (2319 palabras) Publicado: 16 de marzo de 2014
Vas a pensar mal de mí. Dirás que soy una mujer ca- prichosa. Y tendrás razón. Pero ¿quién iba a imaginar que de la noche a la mañana las cosas cambiarían tan ra- dicalmente? Ayer, al conocerte, te dije que en política no hay que dejar nada por escrito. Hoy, no tengo otra ma- nera de comunicarme contigo. Eso te dará una idea de la urgencia de la situación...
Me dirás que tu interés en mí —elinterés que me mostraste tan pronto nos miramos en la antesala del secretario de Gobernación— no es político. Es amoro- so, es atracción física, incluso es simpatía humana pura y simple. Debes saber cuanto antes, Nicolás querido, que para mí todo es política, incluso el sexo. Puede chocarte esta voracidad profesional. No hay remedio. Tengo cuarenta y cinco años y desde los veintidós he organizado mivida con un solo propósito: ser política, hacer política, comer política, soñar política, gozar y sufrir política. Es mi naturaleza. Es mi vocación. No creas que por eso dejo de lado mi gusto femenino, mi placer sexual, mi deseo de acostarme con un hombre joven y bello —como tú...
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Simplemente, considero que la política es la actua- ción pública de pasiones privadas. Incluyendo, sobre to-do, acaso, la pasión amorosa. Pero las pasiones son formas arbitrarias de la conducta y la política es una disciplina. Amamos con la máxima libertad que nos es concedida por un universo multitudinario, incierto, azaroso y nece- sario a la vez, a la caza del poder, compitiendo por una parcela de autoridad.
¿Crees que es igual en amor? Te equivocas. El amor posee una fuerza sin límites que se llamala imaginación. Encarcelado en el castillo de Ulúa, sigues teniendo la li- bertad del deseo, eres dueño de tu imaginación erótica. En cambio, ¡qué poco te sirve en política desear e imaginar sin poder!
El poder es mi naturaleza, te lo repito. El poder es mi vocación. Es lo primero que quiero advertirte. Tú eres un muchacho de treinta y cuatro años. En seguida me atrajo tu belleza física. Tediría, para no envanecerte, que no abundan los hombres deseables y guapos en la an- tesala de mi amigo el señor secretario de Gobernación don Bernal Herrera. Las bellas mujeres también brillan por su ausencia. Mi amigo el señor secretario apuesta a su fama de asceta. Las mariposas no acuden a su arboleda. Más bien, los escorpiones de la traición anidan bajo sus alfombras y las abejas de la ambiciónacuden a su panal.
La fama de don Bernal Herrera, ¿es merecida o in- merecida? Ya lo averiguarás. Una tarde helada de princi- pios de enero, sin embargo, cruzan miradas en la antesala del secretario en el viejo Palacio de Cobián una mujer aún apetecible —tu mirada lo dice todo— de casi cin- cuenta años y un bello joven, igualmente deseable, que
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apenas rebasa la treintena. La chispa seenciende, queri- do Nicolás, las hormonas se remueven, los jugos vitales corren rápidos.
Y el placer se aplaza. Se aplaza, joven amigo.
Lo admito todo. Tienes la estatura que me gusta. Ya viste que yo misma soy alta y no me complace mirar ni hacia arriba ni hacia abajo, sino directo a los ojos de mis hombres. Los tuyos están al nivel de los míos y son tan claros —verdes, grises, mutantes— como los míosson de una negrura inmóvil, aunque mi piel es más blanca que la tuya. No creas que en un país mestizo, racista, acomplejado por el color de la piel (aunque jamás lo ad- mita) como México, ello me ayuda. Al contrario, me atrae ese vicio nacional, el resentimiento, que es rey mezquino con su corte de enanos envidiosos. Al mismo tiempo, mi apariencia física me otorga la superioridad indecible, elhomenaje implícito que le rendimos a la raza del conquistador.
Tú, mi amor, tienes la ventaja de la verdadera belle- za mestiza. Esa piel dorada, canela, que tan bien le va al mexicano de facciones finas, perfil recto, labios delgados y cabellera lánguida. Observé cómo jugaban las luces en tu cabeza, dándole vida propia a una hermosura varonil que muchas veces, ay, sólo esconde un inmenso vacío...
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