La vida

Lo impredecible de la vida.

Casi no lo podía creer, eran las seis de la mañana y Roberto se estaba despertando junto a su esposa para empezar la monotonía de una semana, que como todas las anteriores, no tenía nada de particular. Lo que Roberto, a sus 32 años, no entendía, era cómo la noche anterior se había acostado a dormir después de haber jugado toda una tarde con sus amigos de lainfancia al futbol en el parque frente a la su casa, la casa de sus padres. Sentía como si aún le doliera el rasmillón que se había hecho en la rodilla al caer al suelo después de una mala jugada producida por un descuido al darse cuenta que la niña que vivía en la esquina de su calle lo estaba mirando. Era curioso como los recuerdos de su día anterior eran aquellos en los que había empezado a tenerinterés por el sexo opuesto, a lo mejor eran a sus 10 años o tal vez a los 11, no importaba en realidad. Lo que le intrigaba en ese momento era que había pasado 32 años ya desde el momento en que su mamá lo había dado a luz y recién se estaba dando cuenta.
- ¿Te sientes bien? – le pregunta Angélica, su esposa, al verlo taciturno.
- Si eso creo, responde Roberto.
- ¿Que deseas para desayunar?- Lo mismo que ayer – le dice instintivamente, aunque seguía con la impresión de que lo que había desayunado el día anterior era un tazón de leche con cereal. Era como si toda su vida hubiera pasado mientras dormía, tenía la mayoría de sus recuerdos presentes en su memoria pero todos como si hubieran sido un sueño, un sueño que duró unas cuantas horas y no los 32 años que él tenía. “La vida pasavolando” siempre lo había escuchado de su sabia abuela, pero nunca se imaginó que algún día esa frase se le iba a ser tan literal. Ni siquiera sabía muy bien que hacía ahí, sentado al filo de la cama, en una habitación extraña mucho más grande de lo que solía ser, menos alegre, con las cortinas color marrón claro adornado con tenues flores bordadas, un cuadro con un ambiente insípido que no haciael mayor esfuerzo por animar el ambiente en la habitación y con una mujer que apenas y si la reconocía, se supone que era su esposa, una hermosa mujer delgada y piel blanca, cabello negro lacio y cerquillo; pero Roberto apenas podía asimilar lo que estaba pasando. Había contraído nupcias con su mujer 7 años atrás, tenían una niña de 5 años llamada Camila y un niño por venir, todo eso lo sentíacomo si fuera un sueño que acaba de tener y que recién estaba despertando, sin embargo la realidad seguía siendo igual que el sueño.
-Voy a bajar a preparar el desayuno – dijo Angélica – no te demores arreglándote o vas a llegar tarde al trabajo, ya es un poco tarde, te espero en la cocina.
- Ahora bajo – dijo él mientras se ponía una camisa blanca, su pantalón de tela color café que combinabacon su chompa de lana que su esposa le había tejido, medias y un par de zapatos que estaban ya lo bastante viejos como para reemplazarlos por otros pero que no lo hacía porque los encontraba muy cómodos y además eran sus favoritos.
Roberto bajó al comedor después de que su esposa lo llamara dos veces. Se había arreglado de una forma casi mecánica para irse a su trabajo, una agencia de publicidaden la que se encargaba de hacer los diseños para las diferentes marcas, clientes de la empresa en la que trabajaba.
- Buenos días papá – le dijo su pequeña hija que ya se encontraba con su uniforme puesto y su lonchera lista con lo necesario para satisfacer su apetito a la hora del recreo. Era una niña muy lista para su edad y bastante independiente, cariñosa con sus padres y también ordenadaaunque de no muy buen humor cuando las cosas no se salían como quería.
- Hola Camilita amor - contestó Roberto. Poco a poco se iba dando cuenta de donde se encontraba y quiénes eran los que lo rodeaban y sobretodo el papel que desarrollaba en esa casa. Era un padre de familia que había perdido la noción del tiempo en el que se encontraba, todos los momentos de su vida, su infancia, su juventud su...