Las Islas Nuevas Maria Luisa Bombal

Páginas: 24 (5939 palabras) Publicado: 3 de noviembre de 2015
Toda la noche el viento habia galopado a diestra y siniestra por la
pampa, bramando, apoyando siempre sobre una sola nota. A ratos cercaba la casa, se metia por laa rendijas de las puertas y de las ventanas
y revolvia 10s tules del mosquitero.
A cada vez Yolanda encendia la luz, que titubeaba, resistia un
malmento y se apagaba de nuevo. Cuando su hermano entr6 en el cuarto,
a1 amanecer, laencontr6 recostada sobre el hombro izquierdo, respirarido con dificultad y gimiendo.
-jYolanda!
iYolanda!
El llamado la incorpor6 en el lecho. Para poder mirar a Federico
)ar6 y ech6 sobre la espalda la oscura cabellera.
-Yolanda, isoiiabas?
-Oh si, sueiios horribles.
-ZPor qu6 duermes siempre ssbre el corazbn? Es malo.
Y a lo $6. iQu6 hora es? iAd6nde vas tan temprano y con
este viento?
-A laslagunas. Parece que hay otra isla nueva. Ya van cuatro.
De “La Figura” ban venido a verlas. Tendremos gente. Queria
aviisarte.
Sin cambiar de postura Yolanda observ6 a su hermano -un hombrc: canoso y flaco- a1 que las altas botas ajustadas prestaban un

14 aspect0 juvenil. i Que absurdos 10s hombres! Siempre en movimiento,
siempre dispuestos a interesarse por todo. Cuando se acuestan dejan
dicho que 10sdespierten a1 rayar el alba. Si se acercan a la chimenea
permanecen de pie, listos para huir a1 otro extremo del cuarto, listos
para huir siempre hacia cosas ffitiles. Y tosen, fuman, hablan fuerte,
temerosos del silencio como de un enemigo que a1 menor descuido pudiera echarse sobre ellos, adherirse a ellos e invadirlos sin remedio.
-Est5 bien, Federico.
-Hasta luego.
Un golpe seco de la puertay ya las espuelas de Federico suenan
alej6ndsse sobre las baldosas del corredor. Yolanda cierra de nuevo
10s ojos y delicadamente, con infinitas precauciones, se recuesta en las
almohadas, sobre el hombro izquierdo, sobre el coraz6n; se ahoga, suspira y vuelve a caer en inquietos suefios. Suefios de 10s que mafiana
a mafiana se desprende pdida, extenuada, como si se hubiera batido Ia
noche enteracon el insomnio.
Mientras tanto, 10s de la estancia “La Figura” se habian detenido
a1 horde de las lagunas. Amanecia. Bajo un cielo revuelto, allti, contra el horizonte, divisaban las islas nuevas, humeantes aGn del esfuerzo
que debieron hacer para subir de quien sabe que estratificaciones
profundas.
-i Cuatro, cuatro islas nuevas! -gritaban.
El viento no amain6 hasta el anochecer, cuando ya no sepodia cazar.
Do, re, mi, fa, sol, la, si, do.. . Do, re, mi, fa, sol, la, si, do.. .
Las notas suben y caen, trepan y caen redondas y limpidas como
burbujas de vidrio. Desde la casa achatada a lo lejos entre 10s altos
cipreses, alguien parece tender hacia 10s cazadores que vuelven una e8trecha escala de agua sonora.
Do, re, mi, fa, sol, la, si, do.. .
E S Yolanda que estudia -murmura Silvestre. Yse detiene

-- 15
un instante como para ajustarse mejor la carabina a1 hombro, per0 su
pesado cuerpo tiembla un poco.
Entre el follaje de 10s arbustos se yerguen blancas flores que parecen endurecidas por la helada. Juan Manuel alarga la mano.
-No hay que tocarlas -le advierte Silvestre-;
se ponen amsrillas. Son las camelias que cultiva Yolanda -agrega
sonriendo-.
“Esa sonrisa humilde iqu6 malle sienta!”, piensa mal6volo Juan Manuel.
Apenas deja su aire altanero se ve que es viejo.
Do, re, mi, fa, sol, la, si, do.. . Do, re, mi, fa, sol, la, si, do..
La casa est6 totalmente a oscuras, per0 las notas siguen brotando
regulares.

.

-Juan Manuel, ino conoce usted a mi hermana Yolanda?
Ante la indicaci6n de Federico, la mujer, que envuelta en la penumbra est6 sentada al piano, tiende aldesconocido una mano que retira
en seguida. Luego se levanta, crece, se desenrosca como una preciosa
culebra. Es muy alta y extraordinariamente delgada. Juan Manuel
. , . . ., .
.,
la sigue con la miraaa, mientras silenciosa y rapiaa encienae las prim eras limparas. Es igual que su nombre: pglida, aguda, y un DOCO
de pronto. Per0 iqu6 tiene de extraiio? iYa comsa.lvaje -piensa
mientras ella se...
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