libro freud
Tres ensayos de teoría sexual” – Punto II
Amorrortu Editores 5ª reimpresión - Buenos Aires - 1993
II. La sexualidad infantil
EL DESCUIDO DE LO INFANTIL. Forma parte de la opinión popular acerca de la pulsión sexual la afirmación de que ella falta en la infancia y sólo despierta en el período de la vida llamado pubertad. No
es este un error cualquiera: tiene graves consecuencias, pues es el principal culpable de nuestra
presente ignorancia acerca de las bases de la vida sexual. Un estudio a fondo de las manifestaciones
sexuales de la infancia nos revelaría probablemente los rasgos esenciales de la pulsión sexual, dejaría traslucir su desarrollo y mostraría que está compuesta por diversas fuentes.
Cosa notable: los autores que se han ocupado de explicar las propiedades y reacciones del individuo
adulto prestaron atención mucho mayor a la prehistoria constituida por la vida de los antepasados (vale
decir, atribuyeron una influencia mucho más grande a la herencia) que a la otra prehistoria, la que se presenta ya en la existencia individual: la infancia. Yeso que, según debería suponer se, la influencia de
este período de la vida es más fácil de comprender, y tendría títulos para ser considerada antes que la
de la herencia. (1) Es cierto que en la bibliografía hallamos ocasionales noticias acerca de una práctica
sexual temprana en niños pequeños, acerca de erecciones, de la masturbación y aun de acciones
parecidas al coito. Pero se las menciona siempre como procesos excepcionales, como curiosidades o
como horrorosos ejemplos de temprana corrupción. Que yo sepa, ningún autor ha reconocido con
claridad que la existencia de una pulsión sexual en la infancia posee el carácter de una ley. Y en los escritos, ya numerosos, acerca del desarrollo del niño, casi siempre se omite tratar el desarrollo sexual.
(2)
AMNESIA INFANTIL. La razón de este asombroso descuido la busco, en parte, en los reparos
convencionales de los autores a consecuencia de su propia educación, y en parte en un fenómeno
psíquico que hasta ahora .se ha sustraído de toda explicación. Aludo a la peculiar amnesia que en la mayoría de los seres humanos (¡no en todos!) cubre los primeros años de su infancia, hasta el sexto o el
octavo año de vida. Hasta ahora no se nos ha ocurrido asombramos frente al hecho de esa amnesia;
pero tendríamos buenas razones para ello. En efecto, se nos informa que en esos años, de los que
después no conservamos en la memoria sino unos jirones incomprensibles, reaccionábamos con
vivacidad frente a las impresiones, sabíamos exteriorizar dolor y alegría de una manera humana,
mostrábamos amor, celos y otras pasiones que nos agitaban entonces con violencia, y aun pronunciába‐
mos frases que los adultos registraron como buenas pruebas de penetración y de una incipiente
capacidad de juicio. Y una vez adultos, nada de eso sabemos por nosotros mismos. ¿Por qué nuestra
memoria quedó tan retrasada respecto de nuestras otras actividades anímicas? Máxime cuando
tenemos fundamento para creer que en ningún otro período de la vida la capacidad de reproducción y
de recepción es mayor, justamente, que en los años de la infancia. (3)
Por otro lado, tenemos que suponer ‐ o podemos convencernos de ello merced a la indagación
psicológica de otras personas ‐ que esas mismas impresiones que hemos olvidado dejaron, no obstante,
las más profundas huellas en nuestra vida anímica y pasaron a ser determinantes para todo nuestro
desarrollo posterior. No puede tratarse, pues, de una desaparición real de las impresiones ...
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