LIc educación Preescolar
En realidad, al principio nadie se toma del todo en serio sus vivencias. A lo sumo, las ven como esas travesuras que se curan con la edad. Su madre, Hanna, asegura que "hasta los siete años es normal, lo leí en Marie Claire", sedada por un artículo de la famosa revista "femenina". Para Ludovic lo único que debería sanar el tiempo es su masculinidad. Tonto no es: cuandoen la escuela le explican la biología del sexo, acepta que evidentemente hay un error... cometido por los cromosomas. Entretanto, acaricia inocentes planes maritales con su vecinito Jérome, que es el hijo del jefe de su padre. La etapa cómica de Mi vida en rosa llega a su pico durante un asado servido por los padres de Ludovic: allí están el jefe, los amigos, los vecinos. Entre modestas galashace su entrada triunfal el niño –¡pintarrajeado, en vestido rosa!– para el espanto de los presentes. Esos mismos que, poco antes, habían desparramado sonrisas ante una niña vestida de varoncito. El tono cambia a partir de aquí. La hipocresía laboral, escolar, y vecinal descargará su furia, marginando progresivamente a la familia del fenómeno. En este punto la película exprime el jugo de las rutinasde la comedia de situaciones: gente que se encuentra sobre las veredas y jardines para intercambiar chismes, convirtiendo al asunto de familia en la comidilla regional. Mi vida en rosa se apoya en ellas como para tomar envión. Acto seguido ingresará de lleno en su veta trágica.
La puesta en pantalla del universo interior de Ludovic constituye la más estupenda "puesta en época" en mucho tiempo. Noevoca imágenes reales, cosa que han hecho miles de películas, sino las que la mente infantil fabrica cuando deja volar su vertiente más ligera, profundamente naïf y, en tal sentido, rosa. Ese mundo personal, colorido, presidido por la bella Pam –especie de hada madrina de las teleseries infantiles– resuelve con sobriedad uno de los más añejos desafíos del relato fílmico: traducir las procesionesinteriores en imágenes precisas, que reconstruyan ese imaginario frente al espectador. En este caso, unas visiones de tonos saturados y objetos psicodélicos, como de otro tiempo, que tienen un pie en la iconografía sesentista.
Georges Du Fresne encarna fantásticamente a Ludovic. Vale decir, actúa (cosa poco frecuente en un chico de su edad) coherentemente a un personaje que está más allá delrealismo. Pero la aparente falta de motivos de su femineidad no sólo esquiva los moldes naturalistas: también se mantiene a rajatablas de punta a punta del relato. Por eso es la gran palanca para el contraste con los que Ludovic (Georges Du Fresne) es un niño de siete años, que junto a sus padres y sus tres hermanos, se muda a un nuevo barrio, cerca de la casa de su abuela (Hélène Vincent, a quien...
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