Los pasos de lopez pdf
Cuando yo le preguntaba cómo le había hecho para regresar a América, nomás movía la cabeza, como quien quiere borrar un recuerdo amargo.
—Bástete saber que llegué a Veracruz con la sotana muy revolcada —agregaba.
De allí el relato brincaba y la siguiente imagen era Periñón en Huetámaro, aguantando las reclamaciones de los que lo habían patrocinado. Querían que les devolvierael dinero que le habían dado, cosa que Periñón nunca hizo.
La sombra del viaje oscureció su carrera eclesiástica, que había comenzado tan bien. Cuando alguna oportunidad se le presentaba — un puesto de secretario en la Mitra, una cátedra, una parroquia importante— no faltaba quien se la echara a perder recordando que era jugador, que empezaba una cosa y terminaba haciendo otra, que no pagabadeudas, etc. El tiempo pasó y compañeros suyos bastante brutos llegaron a obispos o directores de seminario mien- tras Periñón seguía en el curato de Ajetreo, pueblo al que siempre defendió:
—Dicen que es feo los que no lo conocen. Los atardeceres son muy bonitos. Te subes al campanario y miras para un lado: ves el llano, volteas para el otro: ves la sierra. ¿Que más quieres? En cuanto a estarapartado no me parece defecto: nunca se ha presentado el obispo a visitarme. Eso es ventaja.
Defendía Ajetreo pero pasaba buena parte del tiempo de viaje, yendo de una ciudad a otra y visitando a sus amigos. De regreso al pueblo se dedicaba de lleno a las manías que lo obsesionaron en la edad madura: criar gusanos de seda, cultivar vides y la que había de volverlo famoso y costarle la vida, que fuela de hacer la revolución.
Antes de conocerlo lo vi tres veces en el camino a Cañada. Era una mañana de junio, el cielo estaba azul fuerte y parecía que no existiera la lluvia pero la noche anterior había caído un fuerte aguacero y el camino era un lodazal. La diligencia se había atascado y los pasajeros habíamos tenido que ir a pararnos en unas piedras para no estorbar ni enlodarnos. Las mulastiraban, el cochero daba gritos y chicotazos, el ayudante empujaba. Entonces apareció Periñón montado en su caballo blanco. Iba al pasito, por el bordo, entre la huizachera. Al ver nuestro contratiempo arrendó, nos dio los buenos días y preguntó qué se ofrecía. El cochero contestó que nada y Periñón siguió adelante, muy tranquilo, silbando una canción —después supe que él mismo las componía—. Nollevaba sombrero y tenía la calva requemada por el sol, se sabía que era padre por el alzacuello, pero en vez de sotana llevaba pantalones y botas con espuelas. Cabalgaba dejando colgar el brazo izquierdo en cuya mano llevaba siempre la vara que usaba para espantar perros.
El coche salió del atolladero, seguimos el camino, llegamos a un pueblo, bajaron unos pasajeros y subieron otros; más...
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