Maldito Karma David Safier

Páginas: 254 (63337 palabras) Publicado: 27 de julio de 2015
David Safier

Maldito karma

A Marian, Ben y Daniel:
Vosotros sois mi nirvana

CAPÍTULO 1
El día de mi muerte no tuvo ninguna gracia. Y no sólo porque me muriera. Para ser
exactos, eso ocupó como mucho el puesto
número seis de los peores momentos del día.
En el puesto número cinco se situó el instante
en que Lilly me miró con ojos de sueño y me
preguntó:
―¿Por qué no te quedas en casa, mamá?¡Hoy es mi cumpleaños!
Al oír la pregunta, me vino a la cabeza la
respuesta siguiente: «Si hace cinco años
hubiera sabido que tu cumpleaños y la entrega de los Premios TV coincidirían un día, habría procurado que nacieras antes. ¡Con cesárea!» Pero me limité a decirle a media voz:
―Lo siento, tesoro.
Lilly se mordisqueó la manga del pijama
con tristeza y, como yo no podía aguantar

más esa mirada,rápidamente añadí la frase
mágica que vuelve a poner una sonrisa en
cualquier cara infantil triste:
―¿Quieres ver tu regalo de cumpleaños?
Yo aún no lo había visto. Se tuvo que encargar Alex, porque yo, con tanto trabajo,
hacía meses que no iba a comprar a ningún
sitio. Tampoco lo echaba de menos. No había
nada que me pusiera más nerviosa que perder
un tiempo precioso en la cola del supermercado.Y las cosas hermosas de la vida, desde ropa hasta zapatos y productos de cosmética, no
me hacía falta ir a comprarlas. Me las suministraban amablemente las mejores marcas por
ser Kim Lange, la presentadora del programa
de televisión de debates más importante de
Alemania. La revista Gala me incluía entre las
«mujeres mejor vestidas que rondaban los
treinta», en tanto que otra gran revista deprensa rosa me definía menos halagadoramente

como una «castaña regordeta con cartucheras». Me querellé contra la revista porque yo
había prohibido publicar fotos de mi familia.
―Aquí tenemos a una preciosa mujercita que
quiere su regalo ―grité desde casa. Y desde el
jardín llegó el eco de una respuesta:
―¡Pues esa preciosa mujercita tendrá que
venir aquí! Cogí de la mano a mi emocionada
hija y ledije:
―Anda, ponte las zapatillas.
―No quiero ponérmelas ―protestó Lilly.
―¡Te vas a resfriar! ―advertí. Pero ella se
limitó a contestar:
―Pues ayer no me resfrié. Y tampoco llevaba
zapatillas.
Y, antes de que hubiera encontrado un argumento razonable contra esa lógica infantil cerrada y obtusa, Lilly ya corría descalza por
el jardín, resplandeciente de rocío. La seguí,

derrotada y respirandoprofundamente. Olía a
«pronto será primavera» y me alegré por millonésima vez, con una mezcla de perplejidad y
orgullo, de poder ofrecerle a mi hija una
fantástica casa con un enorme jardín en Postdam, cuando yo me había criado en un bloque
de pisos prefabricados de la Alemania del Este. Allí, nuestro jardín apenas lo formaban tres
jardineras, plantadas de geranios, pensamientos y colillas.
Alexesperaba a Lilly junto a una jaula para
conejos que él mismo había montado. A sus
treinta y tres años seguía siendo rematadamente
atractivo, como una versión en joven de Brad
Pitt, aunque, por suerte, sin su mirada seductora
de aburrimiento. Su físico seguramente aún
me volvería loca si las cosas aún hubieran ido
bien entre nosotros. Pero, por desgracia, en
ese momento nuestra relación era tan establecomo la Unión Soviética en 1989. Y tenía el
mismo futuro.

Alex llevaba fatal lo de estar casado con
una mujer de éxito, y yo convivir con un amo
de casa frustrado, cada día más harto de tener
que oír los comentarios de las de más madres
en el parque infantil: «Es geniaaal que un
hombre se ocupe de sus hijos en vez de ir persiguiendo el éxito.» Así pues, nuestras conversaciones empezaban a menudocon «Te importa más tu trabajo que nosotros» y acababan
aún con más frecuencia con «Ojo, Kim, estás a
punto de colmar el vaso».
Antes, al menos luego nos reconciliábamos
haciendo el amor. Ahora ya hacía tres meses
que no lo hacíamos. Y era una lástima, porque
nuestras relaciones sexuales eran desde buenas
hasta excelentes, todo dependía de si estábamos en mejor o peor forma aquel día. Y eso...
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