Malinche
Extracto de "Los hijos de la Malinche" de Octavio Paz,
El laberinto de la soledad
EN NUESTRO lenguaje diario hay un grupo de palabras prohibidas,secretas,sin contenido claro, y a cuya mágica ambigüedad confiamos la expresión de las más brutales o sutiles de nuestras emociones y reacciones. Palabras malditas, que sólo pronunciamos en vozaltacuando no somos dueños de nosotros mismos[1]. Confusamente reflejan nuestra intimidad: las explosiones de nuestra vitalidad las iluminan y las depresiones de nuestro ánimo las oscurecen.Lenguajesagrado, como el de los niños, la poesía y las sectas. Cada letra y cada sílaba están animadas de una vida doble, al mismo tiempo luminosa y oscura, que nos revela y oculta. Palabras queno dicen nada ydicen todo. Los adolescentes, cuando quieren presumir de hombres[2], las pronuncian con voz ronca. Las repiten las señoras, ya para significar su libertad de espíritu, yapara mostrar la verdad de sussentimientos. Pues estas palabras son definitivas, categóricas, a pesar de su ambigüedad y de la facilidad con que varía su significado. Son las malas palabras,único lenguaje vivo en un mundo devocablos[3] anémicos. La poesia al alcance[4] de todos.
Cada pais tiene la suya. En la nuestra, en sus breves y desgarradas, agresivas, chispeantes sílabas,parecidas a la momentánea luz que arroja elcuchillo cuando se le descarga contra un cuerpo opaco y duro, se condensan todos nuestros apetitos, nuestras iras, nuestros entusiasmos y losanhelos[5] que pelean en nuestro fondo, inexpresados. Esapalabra es nuestro santo y seña. Por ella y en ella nos reconocemos entre extraños y a ella acudimos cada vez que aflora a nuestros labiosla condición de nuestro ser. Conocerla, usarla,arrojándola[6] al aire como un juguete vistoso o haciéndola vibrar como un arma afilada[7], es una manera de afirmar nuestra mexicanidad.
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