Mecanica general
Su madre me decía:
-Pasa, pasa a la cocina, que estoy bañando a Elena y luego podréis ir a jugar. Pasaba, y allí estaba Elena desnuda en el balde de zinc, y como cada sábado yo sentía como la sangre me bullía dentro del cuerpo. El cuerpo desnudo de Elena era sin duda, por aquella época, elmotivo principal de mi vida, incluso algunas mañanas me despertaba pensando en que era sábado y que por la tarde por fin vería aquel cuerpo desnudo. Su madre no sospechaba nada, a fin de cuentas éramossolo unos niños, yo tenía ocho años, Elena siete. Tenía la vaga sensación de que algún día se terminaría aquel sueño y ello me hacia saborear mas aquellas tardes de los sábados, aquellas acaloradastardes de los sábados.
Y fue precisamente un sábado tarde, después de la sesión de baño, que tuvimos nuestra primera experiencia fuera de los ojos de su madre, fuera de los ojos de todos. Estábamosjugando al escondite, paraba Andrés, fui, como tantas otras veces, a esconderme cerca, lo más cerca posible de Elena, que en esta ocasión se escondió dentro de una pila de madera que en forma de casetahabía en los patios de detrás de nuestras casas; más tarde me entere que esas casetas no estaban hechas así para que nosotros jugáramos, sino que era para que el viento, el seco viento que venía deUrbión, las secara. Pues bien, allí me situé yo también, al lado de Elena, al lado de su largo pelo que olía a limpio.
No sé ni cómo fue ni quien empezó, solo sé que de repente estábamos los dosunidos, con las manos enlazadas, con las caras juntas; solo sé que me sentí mejor que nunca, no hablamos nada, éramos niños, no necesitábamos hablar. No éramos todavía como los adultos que necesitaban...
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