Osmosis

En 1920, tras años de lucha y después de ser encarcelada y torturada,
Alice Paul, una menuda y sencilla mujer, lograba que el gobierno de
los Estados Unidos le diera al sexo femenino los mismos derechos que
al hombre. En 1959, un joven médico argentino, Ernesto Guevara, a
quien llamaban el Che, entraba triunfante en La Habana con su
comandante Fidel Castro tras derrotar a las tropas delterrible
dictador Fulgencio Batista. En 1955, una mujer negra de Montgomery
(Alabama) se negaba a tener que sentarse en el transporte público de
su ciudad en los asientos marcados para la gente de color. Todos ellos
eran revolucionarios. Hoy en día, en el siglo posterior a estos
sucesos, las comunidades negras de este país son tan o más poberes que
en ese entonces; la mujer es maltratada, y ungobierno de hombres le
exige que renuncie a la soberanía sobre su cuerpo; a las minorías
sexuales se les niegan derechos constitucionales, y el poder y la
riqueza siguen concentrados en unas pocas familias, mientras más del
65% del país se debate entre la pobreza y la pobreza absoluta. Es un
hecho que este país necesita, pide a gritos una revolución. El único
problema es que en este rincóndel mundo ya no hay revolucionarios.
Recuerdo perfectamente el día en que perdí la inocencia, tenía 15 años
y claramente definidos a mis héroes: eran los guerrilleros del M-19
que se habían tomado la Embajada de República Dominicana y en las
narices del Ejército se habían robado las armas del Cantón Norte en
Bogotá. Era Luis Carlos Galán, un hombre joven de pelo rizado con poca
pinta depolítico y un verbo fuerte y varonil que se presentaba como
líder de un movimiento, el Nuevo Liberalismo. Ellos eran
revolucionarios, revolucionarios con un discurso social, y sin
ambiciones de poder o dinero. Mi madre, mujer humilde y empleada del
Estado desde que tengo memoria, gritó desde el segundo piso de nuestra
casa: "Mataron a Galán". Hubo un largo silencio, mi padre no dijo[pic]nada, tan sólo se sentó en su sillón y no pudo contener las lágrimas.
Ese día me di cuenta de que este era el país de los asesinos de la
esperanza.
Muchos de ustedes, lectores de esta revista, deben tener ahora la edad
que yo tenía en ese entonces. Ahora yo tengo 35. Los Rolling Stones
decían que no se debe creer en nadie mayor de 30. Bueno, pues yo
espero que me crean, o al menos espero que sino me creen o no
comparten lo que pienso, tengan la certeza de que por lo menos hablo
con la sinceridad en la mano y lágrimas en el teclado del computador.
Esta revista, para la que escribí hace un tiempo y para la que tengo
especial afecto, me pidió dos cosas: que me desnudara y que dijera lo
que nunca me he atrevido a decir. Pues aquí están las fotos. Tal vez
me vea bien, tal vez luzcaridículo. A ustedes, y sin importar las
consecuencias, quisiera decirles todo lo que pienso pero que nunca he
dicho.

Les comentaba que en este país que pide a gritos una revolución, ya no
hay revolucionarios. Los últimos que conocí entregaron sus armas,
creyeron en el Estado y fueron sistemáticamente asesinados. Ustedes no
lo saben, pero quizá sus padres se lo puedan contar: hoy sólo quedauna horda de secuestradores, asesinos y narcotraficantes que reclutan
mayoritariamente, a la fuerza, a campesinos asediados por el hambre y
la falta de presencia del Gobierno. Los que hoy se hacen llamar
revolucionarios portan en sus boinas la imagen del Che Guevara y, con
su hermoso rostro como testigo, masacran campesinos y asesinan a
maestros y curas. Esos son nuestros revolucionarios.¿Qué diría el
Che, cuántas vueltas dará en su tumba ante este ejército demente y sin
sentido, tan grande que se comanda solo, tan monstruoso que ya ni sus
líderes lo pueden detener? Y con la miserable disculpa de que fulano o
zutano son objetivos militares, se ha impuesto la pena de muerte en
Colombia, sin juicio ni defensa, tan solo con el rigor del disparo en
[pic]la nuca o la bomba...