Pablo neruda
Su primer encuentro, narrado por Neruda: un niño tímido atraviesa el barro que se traga las calles de Temuco para visitar la directora del liceo de las niñas, Lucía Godoy Alcayaga, alias GabrielaMistral. La profesora que ya ha ganado sus primeros juegos florales, se aburre en provincia. Su única distracción ante el ambiente opresivo de la escuelita era Neftalí Reyes Basoalto (futuro Neruda), ese alumno silencioso de la escuela de hombres. Hijastro de profesora, este poeta incendiario sabe todo de poesía, es un Rimbaud sin guerra del 71 que lo libere del yugo familiar. La profesora lepasa libros. Algunas tardes toman café juntos. La timidez de ambos es cualquier cosa menos buena educación. No son caballeros, no tratan de serlo (aunque Neruda lograría con los años transformarse en un perfecto y a veces aburrido diplomático). Tienen en común ser desmedidos, feos y mestizos. Mistral es católica, lo es de un modo tan intransigente que en su fe no cabe ninguna Iglesia. Para ella Dioses un hombre, el único que acepta en su cama. Si pudiera devorarlo lo haría. Es católica a su modo, como es socialista a su modo, pero a diferencia de Neruda, lo suyo es culpa. Tiene una moral templada en la sombra, en una casa sin padre aplastada por el sol, en medio del silencio del hambre. Neruda en cambio, nació antes de Cristo. El sexo nunca fue para él otra cosa que una fiesta a oscuras enque el niño deja de llevar su nombre. Y la muerte, nada, un buen momento para escribir un poema.
A Neruda no le gusta Dios porque lo plagia y tiene la patudez de no pagarle derecho de autor. Tampoco odia el cristianismo, es hijo de un verdadero paganismo, sin flautas, ni ninfas, ni flores, ni fauno a lo Rubén Darío. Una selva triste y nada lírica, y una lluviosa presencia de herrumbre. Nerudano es una planta, ni un animal: es un liquen, una espora de sombra que traga la sustancia de la carne muerta. Venenoso a veces, delicioso cuando tiene algo de tierra, algo del sabor del hierro que lo alimenta.
Neruda (Neftalí) y Mistral (la Godoy), son hijos del temblor, que es su forma de puntuación. Su gramática no se rebela, pero tampoco obedece. En sus casas no había libros, escribieron porun instinto anterior a las palabras, para no perderse, para no desaparecer en la nada. Escribir sin pensar en la literatura. Sólo para tener un nombre que ambos inventan de los rastros de otros escritores de provincia, otros marginales famosos. Frederic Mistral, el poeta de la Provenza, Jan Neruda, el cronista de Praga.
Ambos se hicieron además de un nombre y una biografía que se parece más alos deseos que a la realidad. Una leyenda que tejieron para consolarse del aburrimiento, sacada de malas novelas por entrega, muy en boga por entonces. La doncella pobre, pero pura, esperando un príncipe azul en el pueblo del norte. Y de pronto un ferroviario que le hace el maravilloso regalo de morir para que la niña Lucila escribiera Desolación, robándole tiempo a las rondas infantiles. Nerudase inventa una infancia aún más folletinesca: su madre muere al nacer él y tiene que soportar un padre que no lo quiere del todo y el peso de amar desmedidamente a su madrastra mientras, hundido en un silencio milenario, camina por las calles llenas de mapuches borrachos y pioneros tuertos.
En esas tardes en que la lluvia barre todo a su paso, Neftalí absorbe a Gabriela Mistral para aprender...
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