Palabras alusivas dia de la tradicion
arboledas recónditas junto a los casales; el árbol de olor del Paraíso; un ciprés y
la vid en el portal; piteras, girasoles,geranios cerrando la redondez de la noria;
escalones de viña; felpas de pinares; la escarpa cerril; las frentes desnudas de
los montes, rojas y moradas, esculpidas en el cielo; y en el confín, elpeñascal
de Calpe, todo de grana, con pliegues gruesos, saliendo encantadoramente
del mar; una mar lisa, parada, ciega, mirando al sol redondo que forja de
cobre lo más íntimo y pastoso de unsembrado, un tronco viejo, una arista de
roca, un pañal tendido, y, encima de todo, el aliento de la anchura, el vaho de
sal y de miel del verano levantino cuando cae la tarde. Y entoncesSigüenza
percibe el grito interior sobrecogido: “¡Campo mío!” Ya se ve, sin verse, en el
agua de los riegos que corría, que la cal de los cortinales, en el temblor de los
chopos, en el azul, entodo lo que le rodeaba. Como en esa tarde vino en
aquel tiempo. El olor de los viejos campos de la Marina, como el olor de su casa
familiar en la felicidad de los veranos de su primera juventud.Pero no
pareciendo que “fuese ayer”, o pareciéndolo precisamente porque entonces
sentimos todo lo contrario. Y porque nos oprime la verdad del tiempo
devanado tuvo más fuerza alucinante laemoción de esta hora que se había
quedado inmóvil para Sigüenza desde entonces. Y hasta hizo un ademán
suave de tocarla, de empujarla, queriendo que volviese a caminar a su lado.
Una lentelírica le acercaba a sí mismo. En ese algarrobo desgarrado, en
aquella quebrada, en un contorno de una colina, en una tonalidad, en un
rasgo preciso, debió de dejarse más hincada su mirada, y ahora,entre todo, se
le presentaba, no el recuerdo óptico y casuístico, sino la misma mirada, la
sensación de su vida, que se había envejecido allí, y ahora le salía para verle
pasar, a veinte...
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