Pdf markheim

Páginas: 29 (7247 palabras) Publicado: 20 de agosto de 2012
Robert L. Stevenson

Markheim*
Traducción de J. A. Molina Foix ©

—Sí —dijo el prendero—, tenemos diferentes clases de ganancias inesperadas.
Algunos clientes son ignorantes, y entonces mis mayores conocimientos me
proporcionan un dividendo adicional. Otros son poco honrados —y al decirlo levantó la
vela, de manera que la luz iluminase totalmente a su visitante—, y en tal caso —continuó— saco provecho de mi integridad.
Markheim acababa de entrar procedente de la calle, donde aún lucía el sol, y sus
ojos no se habían acostumbrado todavía a la semioscuridad de la tienda. Al oír aquellas
palabras mordaces, y ante la cercana presencia de la llama, parpadeó con mucho
esfuerzo y miró a un lado.
El prendero se rió entre dientes.
—Usted viene a verme el día de Navidad —prosiguió—,sabiendo que estoy
solo en la tienda, con los postigos cerrados, y ya no me propongo hacer ninguna
transacción más. Tendrá usted, pues, que pagar por ello; tendrá usted que pagarme el
tiempo que pierda, ya que debería estar haciendo el balance; y tendrá que pagar,
además, por esa extraña actitud que hoy observo en usted. Yo soy básicamente discreto
y no hago preguntas embarazosas; pero cuandoun cliente no puede mirarme a los ojos
tiene que pagar por ello.
El prendero se rió entre dientes una vez más; y luego añadió, volviendo a su
acostumbrado tono de comerciante, aunque con un deje de ironía en su voz:
—¿Puede usted, como de costumbre, explicarme con claridad cómo llegó a su
poder el objeto en cuestión? ¿Procede también del gabinete de su tío? ¡Un coleccionista
excepcional, vayaque sí!
Y el prendero, un hombrecillo pálido y cargado de espaldas, casi se puso de
puntillas, lo miró por encima de sus gafas de montura dorada y movió la cabeza
denotando incredulidad. Markheim le devolvió la mirada con otra que mostraba una
compasión infinita y una pizca de horror.

—Esta vez —dijo— está usted equivocado. No he venido a vender, sino a
comprar. No tengo ningunacuriosidad de la que deshacerme; del gabinete de mi tío sólo
queda el revestimiento de madera de las paredes; pero aunque estuviera intacto, me ha
ido bien en la Bolsa y me inclinaría más bien por aumentarlo; lo que me trae aquí hoy es
bien sencillo. Busco un regalo de Navidad para una dama —prosiguió, hablando con
más soltura a medida que avanzaba el discurso que había preparado—; y sin duda le
debouna disculpa por molestarlo por un asunto tan nimio. Pero ayer me olvidé de
hacerlo y debo entregar mi pequeño obsequio en la cena; y, como usted sabe muy bien,
casarse con una dama rica no es algo que deba descuidarse.
Siguió una pausa, durante la cual el prendero pareció sopesar con incredulidad
aquella afirmación. El tictac de los numerosos relojes que abarrotaban la tienda y el
débilajetreo de los coches de alquiler en una calle cercana llenaron el intervalo de
silencio.
—De acuerdo, señor —dijo el prendero—, lo que usted diga. Después de todo,
usted es un viejo cliente; y si, como dice, tiene la oportunidad de hacer un buen
matrimonio, no tengo la menor intención de ser un obstáculo. Aquí tiene algo delicado
para una dama —prosiguió—: este espejo de mano… del siglo XV, selo garantizo;
procede también de una buena colección; pero me reservo el nombre para proteger los
intereses de mi cliente, que al igual que usted, mi querido señor, era sobrino y único
heredero de un extraordinario coleccionista.
Mientras seguía así hablando con su voz seca y cortante, el prendero se había
inclinado para coger el objeto del lugar en donde se encontraba; y al hacer eso,Markheim tuvo un sobresalto, un respingo tanto de la mano como del pie, y una serie de
pasiones tumultuosas asomaron de pronto a su rostro. Su turbación desapareció tan
rápido como vino y no dejó más rastro que cierto temblor en la mano que recibía el
espejo.
—Un espejo —dijo con voz quebrada; luego hizo una pausa y repitió con mayor
claridad—. ¿Un espejo en Navidad? ¡No es posible!
—¿Y por...
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